Visitar
la colegiata de Santa María de Borja constituye casi una misión imposible ya
que, a pesar de su importancia monumental y religiosa (allí se venera a la
Patrona de la ciudad) sólo se abre en el corto espacio de tiempo en el que
tienen lugar las celebraciones de la Eucaristía dos días a la semana o con
ocasión de entierros y otros actos especiales, momentos poco adecuados para
efectuar un recorrido cultural y contemplar las obras de Arte que allí se
conservan. Afortunadamente, la existencia del Museo de la Colegiata que se abre
todos los días viene a compensar esa grave deficiencia.
Por todo ello, es poco probable que muchas personas se hayan percatado de los cambios experimentados en uno de sus más interesantes retablos: el dedicado a la Virgen del Rosario que en la primera capilla a la izquierda del altar mayor.
Atribuido
a Juan de Moreto, el escultor florentino afincado en Zaragoza, en épocas no muy
lejanas fue objeto de lo que hoy podríamos calificar atentado artístico, al ser
dedicado al Corazón de María y ser pintado de blanco y azul con pintura
industrial. Más tarde esa pintura fue retirada y, en cierto modo, recuperó el
aspecto original aunque los elementos que formaban parte de su exorno
permanecieron desperdigados.
Este
era el aspecto como lo hemos conocido hasta ahora. El único elemento
perteneciente al retablo era esa Piedad o lamentación ante Cristo muerto que
fue colocada en el ático.
La
imagen del Inmaculado Corazón de María estaba acompañada por las de San José y
San Antonio de Padua, mientras que abajo se había situado, protegido por un
cristal, un Nacimiento y, a sus lados, unos jarrones de madera. Llamamos la
atención sobre esos relicarios piramidales ubicados en la parte superior que
pertenecían al retablo de los Mártires, situado en la misma capilla.
Precisamente,
en ese retablo estaba la imagen de la Virgen del Rosario que ahora ha vuelto al
que le había sido dedicado. Lo mismo ha ocurrido con otros elementos
desperdigados que, como nos ha comentado el Dr. D. Alberto Aguilera, han podido
ser identificados.
Ese
es el caso de las imágenes de San Pedro y San Pablo que habían sido llevadas a
la cornisa que corre por la parte superior de la capilla de la Virgen de la
Peana (señaladas en verde en la segunda fotografía).
En cuanto al banco, han retornado a ese lugar las dos imágenes sedentes de Vírgenes mártires (Santa Lucía y posiblemente Santa Bárbara) que habían sido expuestas en la Sala VII del Museo de la Colegiata y cuya restauración estaba pendiente desde el plan bianual anterior, lo que ha sido olvidado ahora, a pesar su interés artístico. Así mismo se ha vuelto a colocar en su lugar el grupo escultórico que estaba en el ático.
Por
lo tanto, lo único que se ha perdido es el Calvario que debió ocupar el ático
pues, incluso, el frontón triangular que lo remata, pudo estar ocupado por la
imagen de Dios Padre que ahora está en la parte superior del retablo de la
Virgen de la Peana.
Un
trabajo muy interesante el realizado para recuperar el aspecto original de este
retablo que merece ser destacado, recordando que la mayor parte de estas
fotografías (las mejores) son de Enrique Lacleta.
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