Uno de
los programas más importantes que, desde hace años, viene llevando a cabo la
Excma. Diputación Provincial de Zaragoza es el de los planes bianuales para la
restauración de bienes inmuebles y muebles, tanto de propiedad municipal como
eclesiástica en todos los municipios de la provincia.
Gracias a esta iniciativa, que no tiene parangón en toda España, han podido rehabilitarse numerosos monumentos y restaurarse obras de Arte que, periódicamente, son mostradas en unas magníficas exposiciones que, bajo el lema “Joyas de un Patrimonio” tienen lugar en el palacio de Sástago.
Por lo
que a Borja respecta estos planes han permitido actuaciones muy importantes
como la que, en diferentes fases, se viene desarrollando en el claustro de
Santa María y, en cuanto a obras de Arte, ha hecho posible la restauración de
la mayor parte de los fondos del Museo de la Colegiata.
Conscientes
de la importancia que este museo tiene para la ciudad, de la que constituye uno
de sus principales centros de atracción se había dado prioridad absoluta a las
obras allí expuestas, que son las que pueden ser contempladas por los
habitantes de Borja o por nuestros visitantes dentro de los horarios de
apertura del museo.
Son
muy pocas las obras que quedaban pendientes de restaurar, al no haberlo podido
hacer en ocasiones anteriores. La mayoría se encuentran en la Sala III y, entre
ellas, una buena copia de la Sagrada Familia de Anibale Carracci o el lienzo de
la Virgen de Belén que, para nosotros, tiene un especial valor por haber estado
dedicada a esa advocación la iglesia fundada por Juan de Coloma.
No es
menor el interés de la tabla de la Virgen del Pilar que fue la titular de la capilla
a ella dedicada en el claustro, o el conjunto de obras traídas desde la ermita
del Sepulcro que, en nuestra opinión, hubieran merecido una atención preferente
por el mal estado en que se encuentran. Quedaba pendiente también la
restauración de los dos retablos de esta sala.
En la
Sala VI teníamos pendientes las dos puertas que representan a San Buenaventura
y a San Luis de Toulouse, dos santos franciscanos que, en algún momento, fueron
llevados a la iglesia de Santo Domingo de donde pasaron a la colegiata.
La otra
pieza que merece atención especial es la preciosa escultura de San Miguel que,
además, es obra de un escultor borjano. En esta sala acaba de ser instalado una
imagen que ha venido a reemplazar al busto relicario de Santa Catalina de Siena
que habrá que restaurar así como las dos imágenes de la Sala VII que han
sustituido a las dos Santas mártires que han vuelto al retablo del que
procedían, obra de Moreto.
Si a
estas obras añadimos algunas que se encuentran en los corredores del patio
central, como el retrato del obispo borjano fray Juan López de Caparroso y
algunas que están en las escaleras, como el lienzo de San Pascual Bailón, puede
constatarse que no eran demasiadas las que faltaban para culminar la
restauración de todo el museo. Sin embargo, habrá que esperar una nueva
oportunidad, dado que este año, rompiendo un criterio lógico se ha optado por
incluir en el plan dos obras que no son del museo.
Son,
en concreto, la imagen de la Inmaculada Concepción que se venera en una
hornacina de la capilla del Sagrado Corazón de la colegiata y la de la Virgen
del Carmen, titular del retablo de la capilla que tiene dedicada en el
claustro.
Cualquier
restauración constituye un hecho positivo, digno de ser resaltado, dado que
contribuye a mejorar el estado de unos elementos patrimoniales que, como en el
caso de la Inmaculada, ya han merecido atención pues cuando estuvo en la
exposición organizada en Calatayud por la diócesis fue sometida a una limpieza.
En el caso de la Virgen del Carmen tiene además un especial valor devocional
como titular de una importante cofradía borjana, del barrio que le está
dedicado y de las gentes de la mar que aquí tienen también su representación.
Esperamos
que, cuando la restauración esté ultimada y haya pasado el momento álgido en el
que será presentada, los visitantes que acudan a Borja puedan verlas en uno de
los escasos momentos en los que la colegiata permanece abierta, aunque las
celebraciones litúrgicas no sean el momento más adecuado para realizar visitas
turísticas.
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