domingo, 7 de enero de 2024

La confesión de sordos en Ambel

         Tradicionalmente el Sacramento de la Confesión, ahora conocido como Sacramento de la Reconciliación, era impartido en un mueble, denominado confesonario o confesionario, presente en todos los templos.



         Aunque había muchos modelos, el más común era aquel en el que el sacerdote ocupaba el lugar central y, a través de una rejilla, recibía la confesión de las mujeres, por los laterales. Aunque también podían hacerla por esos lugares los hombres, no era infrecuente que la realizaran por delante del sacerdote.


         Esta representación de unos peregrinos ante el confesonario es un tanto irreal, pues se sitúan demasiado cerca del mismo y aunque la confesión se efectuaba en voz baja, se procuraba mantener una prudencial distancia, por razones de discreción.

 

         Pero, si el penitente era sordo, ¿Cómo se resolvía el problema? En esos casos, el sacerdote solía desplazarse a una dependencia alejada para, con un tono voz elevado, aconsejar al penitente e impartirle la absolución.

         Como no había audífonos, también podían utilizarse las trompetillas en uso para amplificar la voz y el Dr. Aguilera Hernández, ha localizado en un inventario de la parroquia de San Miguel de Ambel, fechado el 5 de julio de 1631, la existencia de “una trompeta o corneta de hojalata para confesar a los sordos”. Curioso hallazgo, que no es muy frecuente.


         Hoy los tiempos han cambiado y muchos confesonarios han caído en desuso, bien por falta de sacerdotes o porque son pocas las personas que acuden a recibir el perdón por sus pecados y la inherente gracia sacramental. Por otra parte, para las confesiones comunitarias en determinadas épocas o grandes peregrinaciones, es suficiente unas sillas para que se siente el sacerdote y el penitente.


         Además, en determinados lugares, las personas con limitaciones auditivas o mudas pueden confesarse mediante lenguaje de signos. Sin embargo, cuando no haya un sacerdote que conozca ese método, los mudos pueden manifestar sus pecados por escrito y, el ministro del Sacramento, tras leerlo les imparte la absolución. 

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