miércoles, 10 de enero de 2024

Sobre un lienzo de Buenaventura Salesa en Alcalá de Ebro

 

         Cuando, recientemente, dimos noticia de la recepción de los dos últimos números de la revista Vida Alagonesa, que nos trajo el Presidente de la Asociación Cultural Alagonesa de Estudios Locales, hicimos referencia al interés que, para nosotros, tenían algunos de los artículos que aparecían en ellos. Prometimos comentarlos y hoy lo hacemos con el que lleva por título “La iglesia parroquial de la Santísima Trinidad de Alcalá de Ebro: retablos, esculturas y pinturas”, del que es autor el Dr. D. Arturo Ansón Navarro.


         Se trata de un templo, de planta de cruz griega, construido entre 1680 y 1686, por iniciativa del IX duque de Villahermosa, de quien dependía la localidad. A ambos lados del presbiterio, en los brazos de la cruz, se encuentran los dos lienzos que han merecido nuestra atención. 


         En el lado del Evangelio, puede verse un Cristo Crucificado, obra del pintor borjano Buenaventura Salesa, que el Dr. Ansón, el mejor especialista sobre Salesa, ha podido documentar, a partir de la documentación conservada en el archivo de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. De él afirma en el artículo que “fue el mejor pintor neoclásico que tuvimos en Aragón” y, tras hacer referencia a su nacimiento en nuestra ciudad, ofrece una síntesis de su biografía.

 

         Analiza después detenidamente las características de esta obra, poniendo de manifiesto su perfecta anatomía y la serena contención del rostro de Cristo, para concluir que su tipología fue, en su opinión, una creación personal de Salesa que alcanzó “con esta pintura una de sus obras religiosas de mayor calidad pictórica”.

 

         Muy interesante es también el análisis que ofrece del lienzo que se encuentra en lado de la Epístola, representando a San Francisco de Borja, del que afirma que no se trata de una obra neoclásica, como en ocasiones ha sido catalogada, sino perteneciente al tránsito entre el primer y segundo cuarto del siglo XVII.

         Fue un encargo efectuado por D. Carlos de Borja y Aragón, viudo de la VII duquesa de Villahermosa, cuando acababa de ser beatificado San Francisco, con el propósito de difundir la devoción al que era su pariente, en los templos que dependían del ducado.

 

         En la parte superior aparece el escudo de armas del que fue duque de Gandía y Prepósito General de la Compañía de Jesús (con su anagrama a la izquierda).

         Interesantísima es la profusión de atributos personales representados, desde la calavera coronada, sobre un libro con el texto “Ex morte vita”, en alusión a la leyenda de su conversión ante el cadáver de la emperatriz Isabel, hasta lo que el Dr. Ansón describe como “un bodegón de objetos civiles y religiosos”: la espada y la bengala de Capitán General, como virrey de Cataluña; la cadena de oro y la corona ducal invertida, como expresión de su renuncia a los honores de este mundo; los tres galeros púrpura que están a la derecha, en alusión a las tres ocasiones en las que renunció a la dignidad cardenalicia, algo que, por otra parte, era norma de la Compañía de Jesús, solo quebrantada en épocas recientes, con funestos resultados. Al pie, la leyenda “Haec arbitratus sum propterchristum detrimenta” (pero cuantas cosas tuve entonces por ventaja las juzgo ahora daño por Cristo”, tomada de la Carta de San Pablo a los Filipenses, como señala el Dr. Ansón, que constituyen la mejor expresión de su completa renuncia, en pro de seguir su vocación.



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