Ayer, uno de nuestros lectores nos preguntó por el significado de la inscripción que corría por la parte superior de la escalera monumental de la antigua Universidad Literaria de Zaragoza, la que estaba situada en la plaza de la Magdalena.
En torno al emblema de la Universidad,
situada en el centro, puede leerse (alterado el orden de las palabras) el lema
que usó: "Speciosior sole sapientia quaere eam tibi sponsam
assumere", que significa "La sabiduría es más resplandeciente que el
sol; busca tomarla como esposa".
Pero la consulta nos ha traído el
recuerdo del triste final de aquel venerable edificio que, con sucesivas
reformas (la última de Ricardo Magdalena), había llegado hasta nuestros días,
como sede de la universidad.
Su declive comenzó cuando los estudios
de Ciencias y Medicina fueron trasladados al edificio que hoy acoge al Paraninfo,
en la plaza de Paraíso, obra también de Ricardo Magdalena.
Este era el antiguo, en la sede la Magdalena,
donde quedaron los estudios “de Letras”, hasta la inauguración de la Ciudad
Universitaria en la plaza de San Francisco. Pasó entonces a albergar al
Instituto Goya de Enseñanza Media y allí nos examinamos algunos de nosotros de
los primeros cursos de Bachillerato.
Aquel histórico edificio, por cuyas escaleras
habíamos ascendidos temblorosos los días en los que, desde Borja, íbamos a examinarnos,
terminó siendo derribado, para construir lo que ahora es IES “Pedro Luna”. Y
aún hubo quien justificó esa lamentable pérdida, cantando las excelencias de la
nueva arquitectura.
Pero lo que fue una auténtica vergüenza
fue la pérdida de su biblioteca, instalada en la antigua capilla de Cerbuna
que, tras el derribo de la universidad se mantuvo en pie mucho tiempo, ante la
indiferencia general. No es que fuera una institución modélica, pues basta ver
los libros apilados y en mal estado sobre sus anaqueles, pero allí estaba la
mayor parte del patrimonio bibliográfico de la universidad.
Al final, la capilla terminó
derrumbándose en 1973 (acaban de cumplirse 50 años), ante la indiferencia de
todos. Era un edificio protegido, algo que para poco sirve al menos en nuestra
tierra. Pero, además, las obras que había en su interior fueron saqueadas a
manos del primero que pasaba. Se refería que, incluso, cuando se organizó el traslado
de lo que quedaba al nuevo campus, los libros no llegaron a su destino. No
sabemos hasta que punto aquello fue cierto, dado que la actual Biblioteca
Universitaria custodia obras muy importantes, pero muy probablemente no todas
las que hubo en la antigua, porque hemos encontrado pruebas fehacientes de que
algunas de ellas terminaron en poder de particulares, alguno de ellos vinculado
a la propia universidad.
Lo que, en su momento, constituyó uno
de los más tristes acontecimientos relacionados con el Patrimonio Cultural
aragonés, podía haber servido de escarmiento para evitar hechos similares, pero
sigue habiendo quienes, en el transcurso del tiempo, decidieron divorciarse de
la sabiduría.
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