Borja cuenta con una de las pocas ermitas que, en Aragón, están dedicadas al Santo Patrón del reino, situada además en una estratégica posición, dando vista a la ciudad. Allí se congregan todos los años un nutrido grupo de personas, en el día de su fiesta, para celebrar la Eucaristía.
Este año, el mal tiempo no impidió que
el interior de este templo, uno de los más antiguos de Borja, estuviera lleno
de fieles, para asistir a la celebración presidida por el párroco D. José María
Sánchez Becerril.
Por encontrarnos en el ciclo pascual,
comenzó con la aspersión del agua entre los asistentes, un rito propio de estas
fechas, que simboliza la renovación de nuestro Bautismo, sustituyendo al acto penitencial.
El simbolismo del agua derramada, contribuye a renovar la predisposición para
renovar la gracia divina recibida al inicio de nuestra vida cristiana.
La Eucaristía en lugares acogedores
como esta pequeña ermita tienen una belleza especial, dentro de su sencillez,
acrecentada por el hecho de sentirse partícipes de una dilatada tradición que,
en ocasiones, se ha querido reforzar con la supuesta teoría de que, en el lugar
en el que se alza la ermita, acamparon las tropas cristianas que reconquistaron
la ciudad. No es cierto, porque no hubo lucha y Borja se ganó mediante un pacto
del Batallador con el último rey de la taifa zaragozana, pero hubiera sido
bonito.
Al final, el párroco bendijo algunos de
los roscones reunidos en la ronda del día anterior, para distribuirlos posteriormente
entre los asistentes.
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