lunes, 16 de junio de 2025

Becerrada peculiar

         En el archivo de la familia Ojeda se conserva este curioso cartel de una supuesta becerrada, celebrada el 6 de junio de 1885, escrito en tono burlesco, cuya redacción no tiene desperdicio. Parece tratarse de una broma como aquel cartel que editó en Borja Francisco Domínguez, al que dedicamos un artículo en este blog.

         Pero, al margen de la broma, ofrece datos interesantes sobre algunos aspectos de las corridas de toros que vamos a comentar, junto con lo más llamativo del mismo.

  

         En primer lugar, anuncia que los toros procederán de una ganadería “extranjera”, la de D. Victoriano Ripa, de Milán. Es un juego de palabras que hace referencia a la conocida ganadería de Ejea de los Caballeros, que había sido fundada en 1874, por D. Gregorio de los Santos Ripamilán y tras el terrible y oscuro asesinato perpetrado contra él y su hijo, se hizo cargo de la misma su hermano D. Victoriano Ripamilán.

         El anuncio de que “el ganado estará de manifiesto en los escaparates de La Moda Elegante, de ocho a diez de la mañana” es todo un dislate, pero nos recuerda que ese establecimiento, propiedad de D. Saturnino Ruíz, era uno de los más populares de Zaragoza.

         Entre las causas de suspensión del festejo, sin derecho a devolución del importe de la localidad, se incluye la posibilidad de un terremoto, algo tan frecuente en la capital aragonesa como la lluvia.

 

         Son interesantes las referencias a determinadas cuestiones relacionadas con la supuesta mansedumbre de las reses. Concretamente, a las “banderillas negras”. Se trataba y trata (porque aún están en vigor) de unas banderillas que se diferencian de las normales porque su arponcillo es dos centímetros más largo y cuatro milímetros más ancho y están revestidas con papel rizado en color negro con una franja blanca de siete centímetros en la parte media, por lo que se les conoce como “las viudas” y con ellas se castiga al toro que no entra a varas, siendo para el ganadero un motivo de vergüenza, por la poca bravura del toro que traía al festejo.


         Si era imposible lidiar a un toro, por su cobardía y absoluta falta de bravura, se le echaban perros de presa, concretamente alanos de extraordinaria fiereza, que, tras un encarnizado combate, en el que morían algunos, sujetaban a la res y, entonces, el torero hacía uso del estoque y si no acababa con el toro, lo hacía el puntillero por detrás.

 


         En el cartel se dice que no se recurrirá al uso de perros por ser “un sangriento espectáculo”, siendo sustituido, en caso necesario por “la media luna”,

Era un instrumento con un elemento cortante, en forma de media luna, unido a un mango de madera, con el que se desjarretaban las reses, cortando sus tendones a la altura de los corvejones, cuando el animal no se podía matar a estoque. Los auxiliares agarraban la media luna con las dos manos desde el extremo del mango, de espaldas al toro. Una vez el toro inmovilizado por la inutilización de sus patas, era rematado con la puntilla. Ni que decir tiene que era tanto o más cruel que el uso de perros.

 

         En 1885 estaba de actualidad la figura del Dr. Jaime Ferrán, el descubridor de la primera vacuna contra el cólera, que ese mismo año causó numerosos muertos en el transcurso de gran epidemia que se declaró en España. Ello influyó para incluir en el cartel la nota de que “las reses serán vacunadas previamente para atenuar su cólera”, jugando con el doble significado de la palabra.

 

         En otro apartado se prohíbe arrojar al redondel “moneda borrosa, diamantes americanos, billetes de banco de La Verdad o cualquiera otro objeto de pura fantasía”. Con el nombre de “diamantes americanos” se denomina a los creados artificialmente, mientras que esos billetes de La Verdad, eran como los del juego del palé, sin ningún valor.

 

         Realmente cruel era la afirmación de que el público tenía derecho a pedir a los diestros que repitieran las suertes “desgraciadas”, como revolcones o cornadas.

         Pero ¿Quiénes eran los lidiadores que se anunciaban? Nos imaginamos que, como en el caso de la falsa corrida de Borja, serían todos personas conocidas de la sociedad zaragozana, a los que se presentaba con sus supuestos apodos.

         Como ven, todo un auténtico esperpento o dislate el de esta “Gran Becerrada” que, comenzando a las cuatro y media, concluiría “con la muerte de los toros o la de los diestros”.


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