Su sobrino D. Alberto Sanmartín Melero, Director del Colegio de Santa Ana de Borja, nos comunicó ayer el fallecimiento de sor Aleyda Sanmartín Rubio, acaecido el pasado día 4, en el monasterio cisterciense de la estricta observancia (trapenses) de Tulebras.
Había nacido en
Borja el 29 de septiembre de 1927. Sus padres fueron D. Miguel Sanmartín y Dª. María
Rubio, con los que mantuvimos una gran relación, así como con sus hermanos Jesús, María, Justo y José, el único que ha sobrevivido.
Miguela, que
era el nombre con el que fue bautizada, sintió la llamada del Señor a muy
temprana edad, ingresando en el monasterio de Tulebras, al cumplir los 20 años
y donde efectuó su profesión solemne en 1952. Había trocado su nombre de pila
por el de Sor Aleyda, que siempre escribía con “y”.
De
extraordinaria bondad, fue una persona muy querida por todos los que la
conocieron y trataron, siendo además muy popular entre los visitantes del
monasterio, dado que estaba destinada en la portería, donde los recibía con
gran amabilidad.
Pudimos comprobarlo
en la visita que efectuamos al monasterio, en 2016, donde coincidimos con los
padres de Alberto. Nos mostró el museo y, aunque faltaban pocos días para que cumpliera
los 89 años, pudimos comprobar su agilidad mental y prodigiosa memoria, pues
además de recordar muchas cosas del pasado, manejaba con gran habilidad las
cuentas de la pequeña tienda del museo.
Poco después, nos
visitó en la Casa de Aguilar, para hacernos entrega, “en nombre de la abadesa”
de una importante obra sobre la historia del monasterio.
Tres años antes
había estado también en Borja y, en la plaza de Santa María, la fotografiamos
con su hermano Jesús y su mujer.
Su
fallecimiento, cuando faltaban menos de tres meses para que cumpliera los 98
años, ha tenido lugar, tras 73 años de entrega al Señor, todos los cuales
transcurrieron en Tulebras, salvo un período en el que fue enviada a Esmeraldas
(Ecuador) para una fundación.
Estamos seguros de que el Señor al
que consagró su vida, la habrá acogido, mientras que, a nosotros, nos queda el
consuelo de haberla conocido y de haber podido disfrutar de la bondad de esta
religiosa borjana, cuya vida fue un ejemplo para todos. Que interceda por
nosotros, para que algún día, quizás no muy lejano, podamos reunirnos con ella.

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