Entre los recuerdos relacionados con la familia del cardenal Casanova que nos han enviado los hermanos Salillas, desde Logroño, figuran dos “Bendiciones Apostólicas” concedidas por otros tantos Pontífices a miembros de la misma. La primera es del Papa San Pío X a D. Aniceto Casanova y Marzol, hermano del cardenal.
La otra es del Papa Pío XI a su
sobrino Vicente Salillas Casanova y el resto de su familia. Pero ¿Qué son las
Bendiciones Apostólicas? Vamos a aclararlo, dado que algunos de nuestros
lectores es posible que desconozcan su significado.
Fue el Papa León XIII, quien
concedió a la Limosnería Apostólica la facultad de conceder la Bendición
Apostólica, mediante Diplomas, “para que le oficio de la Caridad tuviera los
recursos necesarios para practicarla”.
La Limosnería Apostólica es la
Oficina de la Santa Sede que tiene la tarea de practicar la caridad a favor de
los pobres en nombre del Sumo Pontífice. Por lo tanto, la decisión de León XIII
tenía un fin recaudatorio, dado que la expedición de esas bendiciones se llevaba
a cabo mediante el pago de una pequeña cantidad.
Desde entonces,
todos los Papas han recurrido a este procedimiento por el que, a solicitud de
los fieles, se extendían estos diplomas, en los que siempre figuraba la imagen
del Pontífice y que sólo eran válidos si estaban firmados por el Limosnero y
llevaban el sello en relieve de su Oficina.
Han coexistido
diferentes modelos, incluso con el mismo Papa, pero en todos ellos figuraba un
texto similar, la petición de los interesados “humildemente postrados a los
pies de Vuestra Santidad, suplican la Bendición Apostólica e indulgencia plenaria
in articulo mortis, aun en el caso que, no pudiendo confesar ni comulgar,
previo un acto de contrición, pronunciasen con la boca o con el corazón el
Nombre Santísimo de Jesús”.
De ahí, que en
muchas esquelas al comunicar el fallecimiento de una persona se hiciera constar
“auxiliado con los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica de Su Santidad”,
de igual forma que en Aragón solía ponerse “bajo el manto de la Virgen del
Pilar”, porque había unos mantos que, previa solicitud, se llevaban al lecho
del moribundo.
Para conseguir
la Bendición era preciso dirigirse a la Limosnería Apostólica, aunque coincidiendo
con determinadas circunstancias. Concretamente, con ocasión del Bautismo,
Primera Comunión o Confirmación de una persona; del matrimonio; ordenación
presbiteral; profesión religiosa; consagración secular; ordenación como diácono
permanente; aniversarios de esos eventos o determinados cumpleaños (18, 50, 60,
70, 80, 90 y 100), aunque en estos dos últimos casos se requería el beneplácito
de la autoridad eclesiástica local. La petición podía formularse en nombre de
una persona o de su familia.
Sin embargo, el
Papa Francisco, que ya había concedido algunas, se dirigió en 2014 al
Limosnero, suspendiendo la venta de estos pergaminos. La razón aducida era que
de su importe, que oscilaba entre 10 y 50 euros, solo tres llegaban realmente a
manos de los pobres. La decisión, como otras de este Papa provocó la lógica
decepción entre los fieles, entre otras razones porque ya se sabía que, en el
precio, estaban incluidos los gastos de elaboración del diploma, su preparación
llevada a cabo por pendolistas especializados y los de envío.
Como curiosidad,
podemos ofrecer esta Bendición otorgada por el Papa Francisco al “personal de
la Base Antártica Marambio”, que es la principal estación científica, con apoyo
logístico de Argentina en el continente antártico.
No obstante, en
la página oficial de la Santa Sede, se sigue ofreciendo la posibilidad de
conseguir uno de esos diplomas en las condiciones antes expuestas.
Pero, también,
conviene señalar que cualquier sacerdote especialmente facultado puede conceder
la Bendición Apostólica, en caso de muerte, aunque, a diferencia de la Extremaunción
o Unción de los Enfermos que se puede recibir varias veces, esa Bendición solo
se puede impartir en una sola ocasión, en el lecho del moribundo.










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