Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico, publicado entre 1845 y 1850, mencionaba la existencia en Magallón de tres fábricas de ladrillo o tejares. Siendo visibles hoy en día las ruinas de dos de ellos: el de Mariano Segarra y el de Antonio Gascón, ambos en las proximidades del cementerio, y que describimos en anteriores artículos, quedando por localizar el tercero.
Ahora, Pedro Domínguez Barrios nos ofrece información e imágenes del tejar de Miguel Lázaro Remón, aunque por la cronología de su horno, un poco más avanzado que los anteriores, existen dudas acerca de que pudiera tratarse del tercero mencionado por Madoz.
Se ubica en la intersección de la
carretera de Agón con el camino de Carraveruela, a la salida de la villa, junto
a una monumental acacia. Fue el penúltimo tejar que funcionó en Magallón,
construyéndose en 1932 y deteniendo su actividad en los años 60 del pasado
siglo.
Producía tres tipos de ladrillo
hueco, teja tradicional y yeso molido. El ladrillo era de gran calidad,
distinguiéndose por su tono verdoso y sonido metálico, en principio realizado
con molde manual, y posteriormente a máquina (extrusora de ladrillo llamada
comúnmente galletera), ésta fue la primera instalada en la zona. Llegó a contar
con una plantilla de 12 trabajadores, además de la familia propietaria, y se
llegaban a cocer unos 3.200 ladrillos al día. Tanto la arcilla como la piedra
de yeso para moler se obtenían de la inmediata Molilla.
El ciclo de producción del tejar
era continuo durante todo el año, y la comercialización de la cerámica era
numeral por piezas. El proceso de elaboración tradicional de tejas y ladrillos
tiene cuatro fases: preparación de la pasta, moldeo, desecación y cocción o
cochura.
El tejar constaba de un horno y sus
dependencias anexas. El horno aún de tipo árabe, semienterrado, (planta
cuadrada a cielo abierto, cámara de cocción y cámara de combustión) es más
complejo que los otros existentes, pues la cámara de combustión está formada
por dos bóvedas de cañón paralelas, bajo las cuales se disponen unas bandejas
metálicas para recoger las cenizas de la combustión, y bajo las cuales se
disponen sendos fosos de mantenimiento.
Construido en piedra y ladrillo, el aparejo
usado en los suelos de división entre la parte inferior y superior dejaba
aberturas para facilitar el paso del calor. En la parte superior se colocaba el
objeto a cocer (en este caso ladrillos o tejas), y se iban apilando filas
dejando huecos de forma alterna en las hiladas para que permitiera el tiro del
horno. Antes de finalizar la cocción, se tapaba la parte superior del horno con
ladrillos dejando aberturas para controlar el paso del calor.
Para su alimentación, dispone de un
espacio a nivel del terreno y como anexo el almacén de combustible, espacio
abovedado de ladrillo a medio cañón apuntado, que recuerda al cercano “furuchón
de los moros”.
El taller obrador era un espacio
rectangular de dos niveles donde se preparaban las piezas para introducirlas en
el horno por la boca de carga y descarga de ladrillos y tejas, dividido en dos
estancias: la mayor para teja y ladrillo y la menor para la molienda de yeso. Está
construido con adobes de barro, reforzado en sus esquinas y puntos medios con
bloques de hormigón prefabricado antiguos, y cubierto con teja tradicional
sobre tablero y cerchas de madera.
El nivel inferior, con acceso desde
el camino servía como almacén de yeso molido, cayendo éste de la trituradora
situada en el nivel superior.
Al lado norte se sitúa el pozo para
el agua necesaria en el amasado, cuando no bajaba por la acequia. Al lado sur
del obrador estaba la nave de protección, y delante de ella la era de secado y
balsa de amasado. La finalidad de esta nave de protección no era otra que
proteger el material que se estaba secando en la era de las inclemencias del
tiempo.
Con la mecanización del proceso, fue preciso
instalar un transformador en sus inmediaciones, que alimentaba la trituradora,
galletera, y un nuevo horno eléctrico, hoy en día desaparecido.
Tras el cese de la actividad, buena
parte de las infraestructuras se utilizaron como explotación ganadera. Hoy en
día, de este buen ejemplo de complejo artesanal y pre-industrial, se mantiene
la estructura del horno, con su cámara de cocción colmatada, y sus boqueras de
alimentación, así como la bodega que hacía de leñera, todo junto a la bella
acacia de la carretera, testigo mudo de estos duros trabajos.
Desgraciadamente, Miguel Lázaro
falleció en accidente de trabajo en su tejar y, con este sencillo artículo,
queremos recordarlo con cariño.



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