Llegamos hoy a la última de las campanas existentes en las torres de Santa María. En este caso es la encargada de dar las horas desde la torre del reloj que, tradicionalmente, ha recibido el nombre de “Batallón”, aunque, como veremos, también tiene también otros.
Debemos
señalar que es la que ha merecido menor atención, pues al no haber sido
restaurada por Talleres Quintana, no disponemos de ficha de la misma. Tampoco
la recoge Francesc Llop en su página. Las únicas referencias a la misma
aparecen en el artículo que D. Ramón Borobia publicó en Cuadernos de Estudios Borjanos que, en este caso, son muy pocas.
Por otra parte, las fotografías que ofrecemos de Enrique Lacleta son las
primeras que fueron publicadas.
En la
actualidad, la campana está fija bajo el chapitel de la torre, aunque no
sabemos si siempre ocurrió así, pues en la antigua documentación conservada en
el Archivo Municipal, al tratar de las grandes celebraciones cívicas, se ordena
“que se suelte la campana del Batallón” para repicar con el resto.
Está
sujeta por dos asas reforzadas a una estructura de madera que se dispone en el
interior del chapitel.
Es de
tipo esquilón con un diámetro de 107 cm y un alzado del vaso de 85 cm. Su
badajo tiene una longitud de 67 cm, aunque no está en uso, dado que suena merced
a un mazo. No conocemos el peso de la campana, pero, teniendo en cuenta sus
dimensiones, es muy probable que sea la mayor de las existentes en Borja.
Está decorada con la habitual cruz en calvario, con los tres clavos y lleva en sus extremos un jarrón con azucenas, un símbolo mariano característico.
Por la
parte superior corre la inscripción: “SANTA BARBARA, IHS, MARIA Y JOSEPH, ORA
PRO NOBIS. ANNO 1777”. “Santa Bárbara, Jesús, María y José, ruega por nosotros.
Año 1777”.
No
conocemos el nombre del fundidor, pero en su vaso figura un elemento muy
significativo. Aunque está deteriorado, se aprecia perfectamente que se trata
de las armas de la ciudad de Borja, las mismas que figuraban en la fachada de
la Casa Consistorial: Un castillo sobre rocas con dos leones a sus lados y
timbrado por la corona imperial. La razón de este emblema heráldico en una
campana de la colegiata se debe, sin duda, al hecho de que el reloj fue
instalado por el consistorio municipal. Llama la atención el hecho de estas
armas figuren en una campana fundida en 1777 pues, para entonces, ya se habían
incorporado al escudo la vaca (a finales del siglo XVII) y la flor de lis con
el león rampante concedidos por Felipe V, tras la Guerra de Sucesión. Es muy probable
que se utilizara el molde de una campana anterior.
Hay que
tener en cuenta que este reloj ya existía en el siglo XVI, aunque hubo que
fundir sus campanas, por rotura, en diversas ocasiones. Está documentada una
actuación de este tipo en 1591.
No
conocemos la razón del sobrenombre de Batallón,
pero sí sabemos los cometidos que desempeñaba, aparte del específico de dar las
horas. Esta campana tocaba con ocasión de la elección de síndicos o diputados
en Cortes. Lo hacía también, como ya hemos indicado en las grandes ocasiones
cívicas.
El 17 de julio de 1793, se creó una fundación con la finalidad de sufragar los gastos ocasionados por tocar, todos los viernes del año, 33 campanadas en recuerdo de la agonía de Cristo. Se seguía haciendo a comienzos del siglo XX, aunque solamente los primeros viernes de mes. La duración de los 33 toques era equivalente al tiempo invertido en rezar un Credo, por lo que a esta campana se la conocía también con el sobrenombre de “la de los Credos”.
El
sonido de este reloj fue, durante mucho tiempo, el que reguló la vida ciudadana
y determinadas actividades como la jornada de los peones agrícolas. En término
peyorativo se decía que los de Borja trabajaban en el campo con el oído
pendiente del campanario para interrumpir su labor lo que, evidentemente, era
cierto por la razón señalada.
El reloj
también marcaba el tiempo de las funciones litúrgicas en el interior de la
colegiata, especialmente las relacionadas con el oficio divino. Para ello
existían unas pequeñas campanas instaladas en un orificio que comunicaba la
torre con la nave, las cuales marcaban también las horas y los cuartos. Aún se
conservan, pero fueron desmontadas tras la última restauración de la torre.
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