La picota es una pena regulada ya en los antiguos códigos medievales y consistía en la exposición pública de los condenados a ella, durante un determinado número de horas (no demasiadas) en un poste situado en un lugar concurrido, al que se le ataba. A la vergüenza inherente a esta exposición pública se unían las burlas de los viandantes e, incluso, el lanzamiento de determinados objetos por parte de la chiquillería, por lo que algunos preferían otro tipo de castigo antes que someterse a esta humillación. También podían exponerse allí las cabezas o los cuartos de los ajusticiados.
Para ello existían unos pilares de
piedra que, a veces, suelen confundirse con los llamados “rollos”, que eran símbolos
de jurisdicción. No hace muchos, el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández pudo
documentar la existencia de un “rollo” de piedra en el Campo del Toro de Borja,
del que no teníamos noticia.
Durante nuestra reciente visita a Portugal
pudimos ver dos de esas picotas, que allí se conocen con el popular nombre de “pelourinhos”,
muy bien conservadas. Una de ellas se encuentra en la Praça da República (antes
Praça de D. Luis I), que presenta algunas particularidades interesantes. Aún
mantiene las argollas a las que eran sujetados los reos y está rematada por una
imagen de la Justicia, con la balanza en su mano derecha, aunque ha perdido la
espada que debió llevar en la izquierda. Sin embargo, a diferencia de la
iconografía tradicional, no lleva los ojos vendados, que venían a ser el símbolo
de su imparcialidad.
La otra picota está en el Largo de Santa Clara, una de las plazas de Elvas, junto a la puerta del siglo X y la iglesia de Nossa Senhora da Consolação. Levantada en el siglo XVI, sobre una escalinata de mármol, se alza una bonita columna torneada de estilo manuelino (está reconstruida), con cuatro brazos de hierro con remates en cabeza de dragón, que también conservan las argollas.
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