Heraldo de Aragón publicó ayer una extensa entrevista a esa figura mítica del deporte español que es Luis María Garriga. La firmaba otro personaje mítico, en este caso del periodismo que es Antón Castro que descubrió ese “pozo de secretos” que es nuestro atleta, del que cuenta que está leyendo ahora las Memorias de Adriano. No es tarde para conocer la figura de Antinoo, cuyo busto llegó a ser colocado a la entrada del “hemiciclo” de las Cortes aragonesas. Recordamos la sorpresa que su presencia en tan insólito lugar provocó en los miembros de Europa Nostra cuando vinieron a evaluar la restauración de la Aljafería, a la que finalmente concedieron uno de sus prestigiosos galardones.
Garriga es, todavía, un
hombre joven. Nació en 1945 por lo que aunque le queda un trecho para cumplir
los 80 y recuerda su trayectoria personal con un toque de esa filosofía que la
vida le ha enseñado, no exenta de esa cualidad de todo político que le permite
dar respuestas adecuadas a las preguntas más comprometidas.
Como afirmaba el
general McArthur, los grandes soldados nunca mueren, su recuerdo se difumina.
Algo parecido ocurre con los grandes atletas que fueron héroes en la Antigüedad
y en nuestros tiempos. Sus logros deportivos permanecen siempre vivos y su esfuerzo
por conquistarlos constituye un ejemplo para las jóvenes generaciones.
Por ello, nunca debemos
de olvidar lo positivo que hay en la vida de estos hombres y mujeres, al margen
de los defectos que, como todo ser humano, hayan podido tener. Frente a la grandeza
de sus figuras resulta más llamativa la mezquindad de quienes no son capaces de
reconocerla, dispensándoles el homenaje que merecen. Hace bien el Heraldo en ponerlo de manifiesto en
estos reportajes dedicados a los más destacados deportistas aragoneses.
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