Con el nombre de castillo del Buen Amor se conoce al que se encuentra en la antigua localidad de Villanueva del Cañedo, hoy perteneciente al término municipal de Topas. Este era el aspecto que presentaba, cuando a mediados del siglo XX se realizó la postal de esta fortaleza que tiene una curiosa historia y un final feliz.
Su existencia está documentada desde
los tiempos de la Reconquista. Pasó por diversos propietarios y, en 1447, lo tenía
el conde de Alba de Tormes (luego duque) que lo cedió a los Reyes Católicos y
allí se albergó el rey Fernando, aunque poco después lo entregaron a D. Alfonso
de Valencia quien lo vendió al obispo de Cuenca (más tarde de Ávila y Osma) D.
Alonso de Fonseca Quijada, y con él surge la leyenda que le dio nombre.
Porque el obispo Fonseca, nacido en Toro
en 1422 y ferviente partidario de la futura Isabel la Católica en la lucha por
la sucesión al trono castellano, tras comprar el castillo lo reformó por
completo, dándole el actual aspecto y convirtiéndolo en su residencia habitual,
lejos de su diócesis. Allí vivió con su amante Teresa de las Cuevas con la que
tuvo cuatro hijos. De la relación apasionada entre D. Alonso y Teresa surgió el
apelativo con el que es conocido el castillo.
Esta preciosa residencia palaciega que
conserva las cinco estrellas de los Fonseca a la entrada y otros lugares, fue
heredada por el hijo mayor del obispo, Gutierre de Fonseca, quien casó con
Catalina de Ulloa. De este matrimonio nació Antonio de Fonseca y Ulloa que fue
creado conde de Villanueva de Cañedo por Felipe II en 1615.
En poder de la familia permaneció hasta
comienzos del siglo XX cuando el X conde de Villanueva de Cañedo y duque de
Sesto D. José Isidro Osorio y Silva-Bazán lo vendió en la década de los años veinte
a D. Fernando Soriano Gaviria, I marqués de Ivanrey, un rico propietario y
destacado político (Diputado y Senador), cuyo hijo Ricardo Soriano Scholtz von Hermensdorff que
le sucedió en el título fue un polifacético personaje con una vida de novela siendo
considerado, entre otras muchas cosas, el “descubridor” de Marbella como destino
turístico.
Ni los Soriano ni el célebre ganadero
D. Alicio Pérez Tabernero que lo compró después se interesaron por el monumento,
sino por la extensa finca de 1.000 Ha que lo rodeaba. De hecho, el castillo era
empleado como almacén agrícola, mientras la ruina se iba apoderando de él,
agravada por un incendio que se produjo en 1933.
Fue en 1958 cuando se produjo el “milagro”,
al ser comprado por la familia Fernández de Trocóniz, propietaria de varios hoteles
y con amplia experiencia en el sector. Durante varios años acometieron la
rehabilitación completa del monumento hasta convertirlo en la “Posada Real Castillo
del Buen Amor”, un hotel con encanto que forma parte de la red “Posadas Reales”
de Castilla León.
La directora del complejo es, en la
actualidad, Pilar Fernández Trocóniz y hablamos de complejo, dado que junto a
las 44 habitaciones con que cuenta el castillo, se han plantado viñedos en su
entorno, así como jardines con un emblemático laberinto.
Aunque para descubrir las magníficas instalaciones de este hotel de 4 estrellas, aconsejamos entrar en su página, en la que se narra la historia del castillo y su restauración, ilustrada con preciosas imágenes que no hemos podido reproducir, por lo que nos contentamos con insertas esta otras que aparecen en otras páginas de Internet.
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