En el artículo anterior, referido al castillo de Marcilla, hacemos referencia a que en su interior se conservó durante siglos una de las espadas que la leyenda atribuye al Cid Campeador. Como se trata de una cuestión curiosa, queremos ampliarla comentando también los últimos acaecimientos en torno a esa espada.
Que el Cid es un personaje histórico no
ofrece ninguna duda, aunque lógicamente no tengamos una imagen física del mismo,
aunque de su figura y personalidad quedan testimonios suficientes en las
crónicas de la época y sobre todo en esa obra magna de la Literatura medieval
española que es el Cantar de Mío Cid. Es precisamente en el Cantar donde se
menciona a sus dos espadas: La Tizona y la Colada. De la primera
afirma que le fue tomada al Malik Bucar (el rey Bucar), un monarca “de allén
mar” que le atacó en Valencia. La Colada era del conde de Barcelona “Remón
Verenguel” (Ramón Berenguer II) al que venció en la sierra de Albarracín.
Si legendario es el origen de ambas
armas, también carece de sólido fundamento el destino de ambas. Pero, por
tradición, se ha venido afirmando que la Colada terminó en el castillo de
Marcilla.
Fue Pierres de Peralta “el Joven” quien
recibió la espada de Fernando el Católico. Este personaje había gozado del
favor de Juan II quien le encomendó diversas misiones de importancia, entre
ellas la organización del enlace de su hijo Fernando con Isabel de Castilla. En
agradecimiento, Fernando II le dejó escoger una pieza de su armería y eligió la
Tizona que llevó a su castillo de Marcilla, con la condición de que
debería cederla cada vez que juraran los reyes sus sucesores.
Sea o no cierta esta historia, con el
título de Tizona se conservó la espada en Marcilla y, posteriormente, en
el domicilio particular de los marqueses de Falces en Madrid. Allí fue robada
en el transcurso de la Guerra Civil al ser asaltada la casa. Las fuerzas
republicanas en su huida la llevaron a Barcelona con el propósito de sacarla de
España, pero al término de la contienda fue encontrada en el castillo de Figueras,
en el interior de una caja rotulada como “esta es la espada del Cid. Respetadla”.
De la espada se hizo cargo el coronel D. Luis Peral Sáez que,
en aquellos momentos, era Ayudante Personal de S. E. el Jefe del Estado y, más
tarde, fue llevada al Museo del Ejército en Madrid en concepto de depósito,
conservando su propiedad el marqués de Falces.
Siempre existieron sospechas respecto a la espada, hasta el
punto de que D. Ramón Menéndez Pidal, el mayor estudioso del Cid, creía que se
trataba de una falsificación. Pero D. Ramón era un filólogo y no un
especialista en armamento.
En 1998, el Museo del Ejército encargó un estudio de la
espada en el que participaron varias universidades, bajo la dirección del Prof.
D. Antonio Criado. El informe final afirmó que su hoja era de época coetánea al
Cid, forjada en al-Andalus y gran calidad. Distinto era el caso de la empuñadura
que ya sabía que era posterior, de época de los Reyes Católicos, así como las
marcas grabadas en la hoja: “AVE MARIA GRATIA PLENA DOMINUS MECUN” en una cara
y “IO SOI TIZONA FUE FECHA EN LA ERA DE MILE QUARENTA” que fueron realizadas por
un herrero poco experto que provocó cierto arqueamiento de la hoja.
Tras ser restaurada, volvió a exhibirse en el museo hasta que,
coincidiendo con su traslado a Toledo el marqués de Falces D. José Ramón Suárez-Otero Velluti la ofreció en venta al
estado por el precio de 1,6 millones de euros. La cantidad pareció excesiva ya
que, en 1998, los expertos la habían tasado en una cantidad muy inferior y se
desistió de su adquisición. A pesar de ello, dada la singularidad de la pieza,
fue declarada Bien de Interés Cultural con fecha de 20 de diciembre de 2002, posiblemente
para impedir su exportación.
Pero en Burgos, siempre habían estado interesados por la
espada. Hace muchos años nuestro Presidente, representando a Hispania Nostra
asistió a un acto celebrado en esa ciudad en el que reivindicaban el retorno de
la Tizona y del Cantar del Mío Cid. En este último caso hay que recordar que, en
el convento de religiosas clarisas de Vivar, se conservó durante un tiempo el Cantar hasta que,
en 1799, fue llevado a la Biblioteca Nacional.
El caso es que la Junta de Castilla León decidió adquirir la
espada, en 2007, con la ayuda de la Cámara de Comercio e Industria de Burgos,
por esa cantidad de 1,5 millones de euros, depositándola en el Museo de Burgos
donde se exhibe actualmente.
La venta dio lugar a un contencioso entre el marqués de Falces
y los herederos de D. Pedro Velluti Murga XV marqués de Falces, que murió sin
descendencia dejando como heredero universal al matrimonio que lo cuidó en sus
últimos años.
Por sentencias del Juzgado de Primera Instancia nº 72 de
Madrid y la Audiencia de Madrid, D. José Ramón Suárez-Otero Velluti, XVII marqués
de Falces, fue condenado a pagar a la parte demandante la mitad de la cantidad
percibida por la venta de la espada. Sin embargo, en recurso de casación interpuesto
ante el Tribunal Supremo fueron revocadas esas sentencias, estimando el recurso
del marqués y determinando que él era el titular por herencia de su madre, la
XVI marquesa, y propietario exclusivo de la espada, al haber adquirido su
propiedad por usucapión.
Ya como anécdota, podemos recordar que
en la película “El Cid”, su protagonista Charlton Heston empuñaba una réplica
de la Tizona, como puede verse en el primer fotograma, pero en el segundo
lo hace con otra diferente, se trata de la Colada, cuya historia es
diferente.
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