Poco después de la primera nevada caída en el Moncayo, bastante espectacular para la fecha en la que se produjo, recorrieron el monte hasta donde era posible Enrique y Francisco Lacleta, constatando los daños ocasionados por la nieve en muchos de los árboles.
Troncos caídos y muchas ramas partidas
eran la consecuencia del peso de la nieve que, a pesar del aspecto idílico que
ofrece cuando se la contempla desde lejos y los beneficiosos efectos que tiene en
los acuíferos de la zona, causa estos efectos negativos sobre el arbolado.
Y no son únicamente los árboles jóvenes
y las ramas superiores las afectadas, sino que también sufren sus consecuencias
algunos de mayor tamaño, como muestran estas imágenes.
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