Habíamos viajado a Albeta para fotografiar su iluminación navideña, pero a la entrada de la localidad descubrimos un espacio que nos llamó poderosamente la atención por las obras que se encontraban distribuidas en diferentes puntos del mismo. No lo conocíamos ni sabíamos en ese momento a quién pertenecía.
Resultó ser propiedad de nuestro amigo
D. José Luis Tabuenca Sancho quien nos atendió amablemente, mostrándonos su
faceta de escultor que ignorábamos, a pesar de que en el último número de la
revista Para los albetericos se inserta una entrevista con él.
Todo empezó, según nos relató, cuando construyó
su actual vivienda. Allí había un antiguo molón metálico y de dimensiones mucho
mayores que los habituales de piedra (en la imagen se ve uno a la izquierda) que
se utilizaban para aplanar las eras. Con el asesoramiento de artista borjano
Jesús Bonel, decidió reconvertirlo en obra de arte, plantándolo verticalmente.
Con gran amabilidad nos fue mostrando
las obras que jalonan el entorno de su casa, todas ellas realizadas con materiales
reciclados, generalmente metálicos pero también alguna de cemento como esta
torre formada con contrapesos de una grúa.
Nos gustó especialmente esta obra que representa una vía férrea que asciende hacia el cielo, creada con materiales auténticos, dado que tanto los raíles, como las traviesas, balastro, tirafondos y la señal kilométrica proceden de antiguas líneas abandonadas.
No menos interesantes son los aspectos botánicos con árboles recortados
y hasta un olivo sobre un remolque de la antigua Agrupación Sindical “Ntra. Sra.
del Rosario”, reconvertido en peculiar macetero.
Aún más sorprendente es un frutal que
da al mismo tiempo naranjas, mandarinas y limones. No es de extrañar que esta rareza,
propia del jardín de las Hespérides, haya requerido la colocación de un “guardián”
específico, para evitar la sustracción de frutos tan variados, en lugar de las
manzanas de oro.
Ya en el interior del garaje nos enseñó
otras esculturas, como este tonel “deconstruido”, con sus duelas formando un costillar
en el que se sostienen los aros que las zunchaban. Como nos confesó, ha sido la
obra que más esfuerzo le costó realizar.
Realmente ingeniosa es esta capoladora
readaptada para recibir piezas metálicas en lugar de carne y arrojar por su boca
hasta el lebrillo, cadenas formadas como si de embutidos se tratara.
Nos despide este aro del que pende una
balanza romana. Por la noche se ilumina, aunque la foto que realizamos no salió
como esperábamos. Nuestra felicitación a José Luis que ha resultado ser un
escultor autodidacta, dotado de una gran imaginación para crear obras
artísticas a partir de materiales que cualquiera de nosotros abandonaría.
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