Fueron muchos los que ayer se
sorprendieron con la información sobre el origen “español” de Odessa. Uno de
nuestros lectores habituales, que además ha visitado esa ciudad en el pasado,
nos envía imágenes del cambio experimentado en sus calles, dispuestas para
hacer frente a las fuerzas rusas.
Uno de los monumentos más importantes de la ciudad es el Teatro de la Ópera que, en la fotografía inferior muestra el aspecto que presentaba en 1941, ante el ataque del ejército rumano, aliado de los alemanes. Al lado, la situación actual con un enorme paralelismo frente a lo ocurrido en el pasado.
Las calles aparecen erizadas de defensas
contra carros que, en unos casos, están formadas por vigas de acero entrelazadas
y soldadas por voluntarios. En otros son las piezas de hormigón utilizadas en
los malecones de la costa.
En las playas, los jóvenes se afanan por
llenar sacos de arena para crear barricadas de dudosa utilidad ante el avance
de los blindados, pero que no dejan de ser obstáculos para retardar lo
inevitable.
En torno al monumento de Catalina la
Grande en el que está también Félix de Ribas, no hemos visto por el momento,
salvo soldados patrullando, probablemente porque no es previsible que los rusos
ataquen la que fue la más importante de sus emperatrices.
Pero, ante este terrible conflicto,
nadie puede permanecer indiferente y, por ello, no nos ha sorprendido que Heraldo
de Aragón publicara ayer un atinado análisis del mismo, firmado por nuestro
amigo y colaborador el Prof. D. Miguel Ángel Motis Dolader que, por un momento,
ha dejado de lado sus investigaciones sobre nuestro pasado judío, para mostrar
su opinión con lo que está ocurriendo con un país no tan lejano como pudiera
parecer.
Como toda situación es susceptible de
empeorar, la guerra de Ucrania puede golpear con fuerza a la Unión Europea si,
como se está comentando, las presiones de Estados Unidos para que Polonia
facilite a Ucrania los cazas Mig-29 de fabricación soviética, a cambio de
recibir gratis F-16 norteamericanos, surten su efecto.
El gobierno ucraniano viene pidiendo
angustiosamente aparatos de aviación para hacer frente a los ataques rusos.
Comoquiera que si fueran de cualquier país eso supondría una declaración de
guerra “de facto”, se quiere que sean aviones cedidos a los pilotos ucranianos
que, sin embargo, sólo están capacitados para operar con aparatos de
fabricación soviética con los que se han formado. De ellos quedan algunos Mig’s
en los países europeos que estuvieron en el pasado bajo tutela soviética, como
ocurre con Polonia.
Para Polonia, la cesión de sus viejos
Mig’s sería un negocio, pues le permitiría reemplazarlos, sin coste alguno, con
los F-16 americanos, pero el presidente Putin ya ha advertido de las
consecuencias: cualquier maniobra de este tipo implica la posibilidad de verse
atacado inmediatamente. El riesgo es enorme para el gobierno polaco ya que,
además, sus aeropuertos están siendo utilizados para reabastecer de material de
combate a los ucranianos. ¿Cuánto tiempo tardará la guerra en afectarnos de
forma mucho más directa?
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