A las tres de la madrugada de ayer martes 18, los vecinos de la plaza del Mercado se vieron sobresaltados por los ruidos provocados al ser rota una de las lunas de la carnicería allí ubicada. En la primera versión que nos facilitaron, el autor o autores no llegaron a entrar en el establecimiento al verse sorprendidos. Posteriormente, nos ha llegado la declaración de un testigo que afirmaba que sí lo hizo un muchacho que iba cubierto con una capucha y con mascarilla en la cara, dejando libres únicamente los ojos. Que no llegó a robar nada es evidente, pero no hemos podido entender cómo se produjo la huida, a través de la luna y ante un testigo.
Es de destacar la rápida intervención
de la Policía Local y de la Guardia Civil, aunque no pudieron localizar a los
asaltantes. Los propietarios del establecimiento que fueron avisados
inmediatamente, comprobaron que los
daños se limitaron a la rotura del escaparate y al consiguiente susto.
Todos los comentarios que pudimos recoger en el lugar de los hechos incidían en la creciente ola de inseguridad que afecta a nuestra ciudad donde se suceden las entradas en edificios, incluso cuando sus propietarios duermen en su interior. Aunque son mucho más frecuentes en el “barrio”, también se vienen produciendo en otras zonas. Concretamente, la propia Casa de Aguilar registró recientemente el asalto a su balcón principal, como informamos en este blog.
Y todo ello, ante la ausencia de medidas adecuadas para frenar estos hechos y las diferentes expresiones de vandalismo de las que también nos hemos hecho eco. Aparentemente, parece aceptarse con resignación que son “cosas inevitables”, pero entre los vecinos crece la preocupación que puede tener consecuencias cuando se supere un determinado umbral de tolerancia.
Recientemente,
el historiador José Soto Chica, acaba de publicar El águila y los cuervos,
una obra en la que analiza desde perspectivas diferentes las verdaderas razones
de la caída del Imperio romano.
Son muchas las similitudes con la etapa
que estamos viviendo, en la que da la impresión de que asistimos al derrumbamiento
de la sociedad que hemos conocido, sin que muchos lleguen a percatarse, sumidos
en el adormecimiento provocado por el “pan y circo” junto con el relato buenista
de los medios de comunicación.
Por ese motivo, de la misma manera que
nuestro Centro se adelantó hace más de treinta años a analizar las
consecuencias del crecimiento incontrolado de los parques eólicos, ahora hemos
convocado a un panel de expertos para que, en silencio y sin alharacas,
reflexionen sobre lo que está ocurriendo, para llegar a dilucidar si se trata
de una crisis pasajera o tiene consecuencias más profundas, tomando como modelo
los análisis efectuados por San Agustín o San Jerónimo. El primero, testigo del
derrumbamiento de Roma, dejó en su obra La ciudad de Dios, su visión de
aquel drástico cambio, aunque frente al pasado vaticinaba la llegada de esa “Ciudad”
que no perecerá nunca. Más negativo fue San Jerónimo, coetáneo de San Agustín,
quien en sus Cartas ofrece una imagen apocalíptica de lo que estaba
ocurriendo y llega a vaticinar el fin de la raza humana.
Se equivocó San Jerónimo pero nada
volvió a ser igual y fue necesario que transcurriera mucho tiempo para acercarse
a una situación equiparable, en cierto modo, a la del pasado. Pero, no en todas
partes. Nos gusta recordar que San Agustín fue obispo de Hipona, una de las más
de 200 sedes que había en el África romana, con una floreciente Cristiandad, de
la que probablemente somos herederos en España, y de la que no quedó nada, tras
la caída de Imperio y el avance del Islam. Hoy hay cinco obispados simbólicos.
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