En nuestra reciente visita a Alcalá de Henares nos vimos inmersos en las espectaculares celebraciones de su Semana Cervantina, entre las que el Mercado Cervantino que inunda todas las calles y plazas del casco histórico sorprende a los numerosos visitantes que acuden hasta allí.
El origen de estas fiestas arranca en
1862, cuando el Ayuntamiento de la ciudad decidió conmemorar el 9 de octubre de
cada año, la fecha de nacimiento de uno de sus hijos más ilustres: D. Miguel de
Cervantes. Fue más tarde cuando se supo que, en realidad, había nacido el 29 de
septiembre, razón por la cual le pusieron el nombre de Miguel al ser la fiesta
de ese arcángel. Pero, como el 9 de octubre había arraigado entre los habitantes
de la ciudad, se mantuvo hasta nuestros días en los que se convirtió en eje
central de la Semana Cervantina.
Fue el 9 de octubre de 1879 cuando el Alcalde D. Esteban Azaña, padre del futuro Presidente de la República D. Manuel Azaña, inauguró la estatua que preside la plaza que lleva el nombre del autor del Quijote. Fue realizada por el escultor italiano Carlo Nicoli Manfredi (1843-1915). La escultura de algo más de dos metros de altura y un peso de unos 750 kilos, se encuentre ahora sobre un pedestal que sustituyó al original que Manuel Laredo había realizado en piedra de Colmenar. El actual data de los años 70 del pasado siglo y, en 1994, fue decorado con unos relieves del escultor José Noja.
Esa y otras plazas, así como la calle
Mayor y todas las restantes del casco antiguo registraban una enorme afluencia
de público, siendo muy difícil caminar por ellas, especialmente a mediodía.
Para los que disfrutamos con los
pequeños mercados organizados en nuestras localidades, no podemos menos que
sorprendernos ante la magnitud de lo que puede verse en Alcalá, con cientos de
puestos, entre los que destacan los espacios destinados a ofrecer comidas, de
los que ofrecemos sólo dos imágenes.
La oferta gastronómica era muy variada,
incluyendo pan elaborado en hornos de leña construidos expresamente para ese
fin. A pesar de todo ello, vimos colas muy numerosas para adquirir alimentos,
especialmente en los puestos norteafricanos.
No era nuestro objetivo el fotografiar
los diferentes tipos de puestos, pero mostramos algunos en los que nos
detuvimos al pasar entre la multitud de los que encontramos. Algunos tenían un
indudable éxito, como el que acuñaba monedas con los cuños que cada uno elegía;
las artes adivinatorias también atraían a personas deseosas de conocer su
futuro o encontrar consuelo; y no faltaban los libros, junto con otros
productos más exotéricos.
En el recinto del antiguo palacio
arzobispal había instalado un campamento y dispuesto el palenque para la
celebración de justas, con presencia de caballos engualdrapados y hasta
dromedarios que nos pudimos detener a fotografiar, dado que nuestro cometido en
Alcalá era otro, a pesar de lo cual, hemos querido dejar constancia de esta gran
fiesta que, como comentamos, fue declarada de Interés Turístico Nacional.
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