sábado, 6 de mayo de 2023

Borja y los espectáculos taurinos

 

         El 11 de septiembre de 2019 publicamos un artículo sobre espectáculos taurinos que hemos querido reproducir, entre otras razones porque se daba a conocer la posición adoptada en el pasado por la ciudad de Borja, en torno a las vaquillas o capeas en las calles.

         Por una Real Orden de 13 de noviembre de 1900, publicada en la Gaceta de Madrid de 15 de noviembre de 1900, se prohibió correr las vaquillas en libertad y toros encordados y alquitranados. La Real Orden de 5 de febrero de 1908 reiterando esa prohibición y la Real Orden de 24 de junio de 1915 en el mismo sentido, dieron lugar a un acuerdo del Ayuntamiento de Borja que tuvo un gran eco.


         Aires del Moncayo, en su edición del 18 de julio de 1915, insertaba un artículo titulado “Acuerdos que honran” en el que afirmaba: “Nuestro Ayuntamiento, dando una prueba de Cultura, y haciéndose intérprete de la mayoría de la población, acordó felicitar al Gobierno por sus enérgicas disposiciones para acabar con el bochornoso y bárbaro espectáculo de las capeas. El acuerdo ha sido acogido con manifiesta simpatía por la España culta y el nombre de Borja figura en los comentarios honrosos de la prensa que circular”.

         Porque, efectivamente, entre otros medios de comunicación, Heraldo de Aragón había publicado un extenso artículo en el que, con el título de “Aragón enaltecido” criticaba con dureza a las capeas, dedicando calurosos elogios a nuestra ciudad:

         “Frente a los pueblos exaltados que se amotinan pidiendo la capea mientras abandonan al maestro, se yergue la muy noble ciudad de Borja, no solo aceptando la prohibición del vituperable espectáculo, sino aplaudiéndola y felicitando por dictarla al gobernador civil.

         Y semejante rasgo de Cultura, de buen sentido y de humanidad, cristalizado en un acuerdo de aquel Ayuntamiento, merece entusiástico parabién.

         Con él, Borja acaba de rendir un homenaje al buen nombre de Aragón. Aunque, fuera del radio regional, se hace justicia a excelsas cualidades que destacan en nuestra historia, no suele ser la indulgencia preponderante cuando se falla sobre nuestra exquisitez espiritual. Es, por tanto, conveniente que emerja de la entraña aragonesa una nota consoladora que pone muy arriba timbres honrosos para nuestra fama”.

 

         Era entonces Alcalde de Borja D. Rodolfo Araus Chíes, elegido formando parte de una candidatura progresista. Volvió a serlo en 1920, siendo destituido tras la proclamación de la Dictadura de Primo de Rivera que también fue contraria a la celebración de vaquillas.

 

         Lo mismo ocurrió durante la II República, de manera que una de sus primeras medidas fue una Orden del Ministerio de Gobernación de 3 de septiembre de 1931, por la que solo se permitían las capeas en circos provisionales bajo el cumplimiento de las debidas condiciones de seguridad y de la existencia de servicios de enfermería. Fue complementada por una Orden Circular de 22 de junio de 1932, en la que se prohibía correr los toros por las calles. Curiosamente, cuando la CEDA ganó las elecciones, volvieron a permitirse durante su mandato.

 

         Esta postura fue también mantenida por hombres de ideología muy diferente, como el Alcalde de Borja D. Jesús Pellicer Bernal que, durante las dos etapas en las que estuvo al frente de la alcaldía no programó jamás un espectáculo de esas características, a pesar de las presiones recibidas.

 

         Además, en un artículo publicado en Heraldo de Aragón el 20 de septiembre de 1953, con ocasión de la Feria de Borja, se pronunció en contra de los abogaban por celebrar encierros y capeas, señalando la necesidad de dedicar ese gasto a otros fines, así como la obligación del Ayuntamiento para programar otro tipo de espectáculos que contribuyeran a elevar el nivel cultural de la ciudad.


         Fue su sucesor D. Agustín Aperte quien reintrodujo las vacas en 1955, así como las peñas, algo ajeno a nuestros usos hasta ese momento. Por lo tanto, la “tradición” de las vacas arranca de ese año. Hasta ese momento, sólo se habían celebrado vaquillas, durante el siglo XX (las hubo en el XIX con ocasión del I Centenario de la Virgen de la Peana), y en 1935, 1939, 1940, 1941 y 1943. En 1942 no las hubo porque el Alcalde de ese año, D. Pascual Sorrosal, también era contrario a ellas.

         Nuestra postura la hemos manifestado en diversas ocasiones. Siempre nos ha sorprendido que sólo en raras ocasiones son objeto de repulsa por parte de los colectivos que defienden el bienestar de los animales, así como que las nuevas disposiciones legales los permitan e, incluso, favorezcan su difusión, permitiendo la participación de menores.  Si así son las normas establecidas, no vamos a oponernos a ellas pero parece razonable que su celebración quede circunscrita a instalaciones específicas a las que accedan quienes quieran presenciarlos, pero llevarlas a cabo en vías públicas, durante largos períodos de tiempo, limitando la libre circulación de otros ciudadanos, nos parece algo de difícil justificación.





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