La II Guerra Mundial dejó como secuela la terrible imagen de ciudades arrasadas por la acción, en muchos casos, de bombardeos aliados en suelo alemán.
Colonia o Dresde fueron algunos de los
casos más espectaculares, pero podríamos citar otros muchos, así como los ocasionados
por bombardeos alemanes en Francia o el horror y destrucción causados por las
bombas atómicas lanzadas por los norteamericanos en Hiroshima y Nagasaki.
El tesón y la fuerza de voluntad de los
alemanes, unidos a otras circunstancias, hicieron posible la reconstrucción de
las ciudades destruidas en un período relativamente corto. A ello contribuyó la
existencia de planos detallados de sus principales monumentos.
Estos días, los medios de comunicación
vuelven a mostrarnos el horror de la guerra, a través de los bombardeos a las
que son sometidas las ciudades de la franja de Gaza. Es posible que, al igual
que ocurrió en el pasado, muchos de esos edificios puedan ser reconstruidos con
la ayuda internacional.
Pero, cuando no es la guerra la causante
de la destrucción, sino el abandono, la desidia y la falta de voluntad por
conservar, ¿Quién recuperará la trama urbana de aquellas ciudades que vemos
desmoronarse ante la indiferencia general?
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