Magallón ha sido una localidad históricamente vinculada a la
industria del barro, a través de la alfarería y la fabricación de tejas y
ladrillos. Por ello, merecería la pena que, en algún momento, se planteara la
posibilidad de rendir homenaje a esa tradición a través de un museo o centro de
interpretación que podría incluir la recuperación de algún alfar.
Respecto a la elaboración de tejas y ladrillos en el Diccionario
Geográfico Estadístico Histórico (1845-1850) de D. Pascual Madoz se
mencionaba la existencia en Magallón de tres fábricas, a las que más tarde se
sumaron otras dos.
Pedro
Domínguez Barrios consiguió identificar una esas tres, el llamado tejar de
Sagarra, al que dedicamos un artículo, publicado en este blog el 29 de enero de
2018. Ahora, ha localizado otro, ubicado en la partida de Valdesclara, junto al
cementerio municipal y muy próximo al citado tejar de Sagarra y a otro mucho más moderno propiedad de Félix
Castellot, de Borja.
Aunque
sólo se conservan sus ruinas, fue el más bello de todos ellos, debido a su
emplazamiento en una ladera o cortado arcilloso. Aunque no ha encontrado
referencias directas ni anuncios en programas de fiestas, Pedro ha identificado
el nombre de su propietario. Se trataba de D. Antonio Gascón, Alcalde de
Magallón en 1910, y Presidente, durante algún tiempo, del Sindicato Agrícola de Magallón.
Era frecuente situar estos tejares en terrenos con un
cierto desnivel, para que las bocas de carga y descarga estuvieran a distinto
nivel, con el fin de facilitar el trabajo, pero ningún caso es tan llamativo
como éste, al estar ubicado en el cortado de una ladera.
El tejar se componía del horno, con la boca de carga
en la parte baja, junto al camino que discurre por ella; un potente muro de
contención en planta de L, de piedra de yeso con las esquinas (cadenas) de
ladrillo, que hace de medianera al horno por un lado, y por el otro de fachada
del cortado desde el camino.
A la izquierda del horno, se situaba el cubierto de
obrador y almacén para proteger las rejolas
moldeadas en caso de lluvia; al igual que el muro de contención,
construido en base de mampostería de yeso con cadenas y jambas de acceso en
ladrillo, y aquí con coronación de adobes.
A la
izquierda de éste existe una bodega totalmente cegada pero que aún es visible
su arco de acceso, se utilizaría probablemente para guardar los alimentos o
comer en días de tiempo extremo.
Además de estos cuatro elementos someramente
descritos, existía en la parte alta del cortado una pequeña caseta cuya función
no se conoce, pero que recientemente fue utilizada para alojar colmenas portátiles. El
desnivel existente entre esta construcción
y el camino de acceso es de unos 7 metros aproximadamente.
La singularidad y belleza de estas ruinas radican en
su emplazamiento, así como en el contraste cromático de los materiales, el rojo
anaranjado del horno con las arcillas de la ladera y la piedra de yeso,
especialmente acentuado en días nublados o después de la lluvia.
Interesante aportación la realizada por Pedro
Domínguez Barrios que, ahora, está intentando localizar el tercero de los
tejares mencionados por Madoz.
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