Estos días, ha sido frecuente el destacar las obras
científicas, artísticas y literarias creadas durante periodos de confinamiento
en el pasado. Entre otros casos, se ha citado reiteradamente el del escritor
inglés William Shakespeare, del que afirma que algunas de sus obras teatrales
más importantes fueron escritas durante una etapa de reclusión forzosa con
motivo de una epidemia de peste.
La complicada biografía del escritor impide confirmar que
fuera así, pero de lo que no cabe duda es que buena parte de su vida se vio
marcada por algunas de las epidemias que asolaron Inglaterra en el siglo XVI,
la más importante de las cuales fue la Gran Peste de Londres a la que hicimos
referencia recientemente.
Pero es indudable que su vida se vio marcada por esa
terrible enfermedad como vamos a comentar.
Shakespeare vino al mundo el 23 de abril de 1564 (según el
calendario juliano que era el 3 de mayo del nuestro) en la bella localidad de
Sratford-upon-Avon que, en aquellos momentos sufría el primero de una serie de
brotes de peste, en el que murió la cuarta parte de su población.
A finales de la década de los años 90 se trasladó a Londres
donde pronto destacó como actos y autor dramático, llegando a ser copropietario
de la compañía que terminó siendo conocida como King’s Men, que actuaba en el
legendario teatro The Globe, que aún subsiste. Aunque varios brotes epidémicos
paralizaban periódicamente sus actuaciones, no se interrumpió la actividad
creativa del escritor que, en esa etapa, escribió numerosos poemas, como los de
Venus y Adonis (1592) o La violación de Lucrecia (1594).
Pero,
en 1603, la peste volvió a hacer acto de aparición, provocando en los años
sucesivos cerca de 50.000 fallecimientos, solamente en Londres.
Es,
como consecuencia de ella, cuando en opinión de algunos autores el escritor
vivió confinado algún tiempo, lo cual no ha podido ser confirmado.
Lo cierto es que, a finales de 1606, concretamente el 26 de
diciembre, fue estrenada la obra El rey
Lear, publicada ya el año anterior. Poco antes había sido presentada otra
tragedia, Antonio y Cleopatra.
De
la misma época es otra obra inmortal, Macbeth,
cuyos versos han sido recordados estos días, invitando a lavarse las manos,
como hacía la protagonista para intentar borrar su culpa por haber participado
en el asesinato del rey Duncan, perpetrado por su esposo.
No
podemos dejar de recordar otra gran tragedia, Romeo y Julieta, con sus versiones cinematográficas, la inolvidable
de Franco Zefirelli (1969) protagonizada por Leonard Whiting y Olivia Hussey; y la
posterior de Baz Luhrmann (1996) con Leonardo DiCaprio en el papel de Romeo y
Claire Danes como Julieta.
Pues,
aunque fue escrita en 1597, la peste juega un papel fundamental en el destino
de ambos personajes. Como se recordará, Julieta ha bebido la pócima que le ha preparado
el fraile Laurent, el cual envía un emisario a Romeo para que no se asuste, dado
que está solamente dormida. Pero cuando el mensajero llega a Mantua la epidemia
de peste que padece la ciudad le impide entregar el mensaje, lo que da lugar a la
muerte de Romeo y al posterior suicidio de Julieta.
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