martes, 28 de abril de 2020

Lo que se perdió en Veruela


         Que las leyes desamortizadoras impulsadas por los gobiernos llamados progresistas del siglo XIX no alcanzaron sus objetivos económicos es un hecho bien conocido, como también lo es el devastador efecto que la exclaustración de los religiosos de la mayor parte de los  monasterios tuvo sobre el Patrimonio Cultural Español.
         Basta recordar que todo el complejo del monasterio de Veruela fue sacado a subasta para el aprovechamiento de sus edificios como piedra de cantería. Sólo un milagro, materializado en una benemérita junta de salvación, integrada por hombre de Borja y Tarazona, pudo evitar la catástrofe y salvar el monumento.

         Pero fueron muchas las obras de Arte que se perdieron y a algunas de ellas queremos referirnos hoy, ilustrándolo con algunas imágenes, como esta bellísima fotografía coloreada por Adi Gamliel, y la información remitida por D. Javier Bona.




         De los retablos que había en su iglesia conventual sólo se salvó el de San Bernardo, porque fue llevado a la iglesia parroquial de Vera de Moncayo. Ahora, en Veruela se recuerda con una reproducción en lona del mismo.



         El retablo mayor fue quemado para obtener los escasos gramos de oro de su dorado. Cuando los jesuitas se hicieron cargo del monasterio, improvisaron el que muestra esta imagen, para venerar a la pequeña imagen de la Virgen que se había salvado. Del primitivo retablo sólo se conservan las puertas que había en su parte inferior y algunos fragmentos que ahora se exponen en la sacristía, tras su restauración por la Diputación Provincial de Zaragoza.




         Pero D. Javier Bona nos ha hecho llegar esta noticia aparecida en una publicación periódica de 1840, en la que se denuncia la situación de abandono en la que, por aquellas fechas, se encontraba el monasterio.
         En concreto, se menciona a los ejemplares de su biblioteca, convertidos en pasto literario para los ratones y, lo que es más llamativo, la referencia a “preciosos cuadros originales de Murillo y Zurbarán, sirviendo de abrigo a los murciélagos”.

         Nada sabíamos de la existencia de obras de esa calidad en el monasterio, pero de ser cierto lo denunciado, nos encontraríamos ante una terrible pérdida para el patrimonio aragonés que, en estos momentos, no creemos que cuente con trabajos de estos pintores.





         Esas son las consecuencias de medidas demagógicas, adoptadas sin valorar suficientemente su repercusión. Lo lamentable es que los gobiernos pasan pero los frutos de su ligereza permanecen.
         Nos queda el consuelo de admirar las fotos que, con tanto entusiasmo, viene coloreando en Israel, a partir de imágenes difundidas por nosotros, ese incansable artista que es Adi Gamliel.

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