Las circunstancias especiales que estamos sufriendo este año
van a impedir que, por vez primera desde la Guerra de la Independencia, puedan
llevarse a cabo las tradicionales ceremonias que tienen lugar en Borja, durante
el Viernes Santo.
Es cierto que, por motivos meteorológicos, en ocasiones, el
Entierro de Cristo no ha podido celebrarse en condiciones normales, como
ocurrió en 2013 y 2016, pero se ha representado parcialmente en el interior de
la colegiata de Santa María.
Por este motivo, hoy dedicamos especial atención a todo lo
que no veremos en las calles borjanas y, por supuesto, al Entierro de Cristo.
Sobre su desarrollo en años anteriores hemos venido publicando crónicas en el
blog desde que lo pusimos en marcha. Para los que no son de Borja y deseen
conocer en qué consiste, les facilitamos los siguientes enlaces con imágenes de
2012, 2014, 2017, 2018 y 2019.
Hoy nos limitamos a destacar algunos de los elementos más
llamativos de todo el conjunto que lo integra, que responde a profundas
motivaciones, relacionadas con la Pasión y la muerte de Cristo.
Entre ellas, el paso de la muerte con su guadaña en la que
aparece la inscripción “A ninguno perdono”, expresión de su poder que también
alcanzó al propio Jesucristo, dado que voluntariamente quiso sufrirla.
Abundando en ese concepto, la presencia de una calavera y de
un plato de ceniza, portado por dos miembros de la cofradía de las Almas nos
recuerda, hoy más que nunca, el inevitable fin que a todos nos espera, el cual
hay que contemplar no desde la desesperanza, sino con el convencimiento de la
futura resurrección.
La presencia de los estandartes que, portados por la
cofradía del Carmen, representan a las doce tribus de Israel y los de las "cuatro" partes del mundo que lleva la cofradía de San José, vienen a resaltar la
trascendencia universal del gran misterio de la Redención.
Dos jóvenes coronadas y con túnicas blancas portan un lienzo
con la expresión “La Justicia y la Paz se besan”, correspondiente al salmo 85
(antes era el 84), en el que también se indica que “La salvación está cerca de
los que lo temen” y que “La Justicia marchará ante Él y sus pasos señalarán el
camino”.
El elemento central es el arca que, con el cuerpo yacente de
Cristo, es escoltada por los alabarderos hasta el estrado instalado en la plaza
de España donde se procederá a su sellado.
Tras ella va “El duelo del Señor” integrado por sus más
allegados, la Virgen, María Magdalena, y la Verónica. Antes iba también San
Juan Evangelista que ahora desfila al inicio del cortejo.
La imagen de la Virgen
ofrece la singularidad de ser articulada y, mediante unos resortes, puede mover
los brazos y la cabeza, remedando enjugarse el llanto de una forma muy
llamativa.
Ya en la plaza, se cubre el arca y, tras ser incensada, el
centurión procede a sellarla. Sus movimientos los marca, con golpes de bastón,
uno de los angelicos, queriendo manifestar que todo lo que ocurre responde a la
voluntad divina, de manera que el centurión se mueve como un autómata.
Al colocar el primer sello, se rasga el “velo del templo”
que ha llevado hasta allí la cofradía de San Bartolomé, un acontecimiento que
relatan los Evangelios, acaecido en el momento de la muerte de Cristo.
Ya con el arca sellada, la comitiva retorna a la colegiata
de Santa María, donde tienen lugar los últimos actos de esta extraordinaria
representación que Borja ha sabido mantener y mejorar desde que fuera
instituida a mediados del siglo XVIII.
No hay comentarios:
Publicar un comentario