El Dr. D. Antonio Gil Albarracín es un antiguo amigo nuestro
que conocimos en los congresos de franciscanismos y que ha visitado nuestra
ciudad en varias ocasiones, donándonos algunas de sus muchas obras publicadas.
Porque las inquietudes intelectuales del Dr. Gil Albarracín
no se circunscriben al citado ámbito del franciscanismo sino que abarcan las
más diversas cuestiones. Entre ellas, la que ahora nos ha recordado, en un
comunicado que nos ha remitido, relacionado con la presente epidemia.
Y es que, desde hace ya tiempo, viene investigando sobre “Patentes
de Sanidad”, un tema que, desde el punto de vista artístico había pasado
desapercibido.
Con esa denominación se conocía a los documentos expedidos a
favor de un buque, por la Junta de Sanidad del puerto del que zarpaba, por el
que se certificaba que su tripulación estaba libre de epidemia y que debía ser
presentado en el puerto de arribada ya que, en caso contrario, tenía que
someterse a un período de cuarentena.
Los
avances científicos de la medicina y la morbilidad ocasionada por la peste de
Marsella del año 1720 llevaron a los Estados occidentales y sus territorios de
soberanía al acuerdo de obligar estrictamente a que cualquier embarcación que
llegara a su puertos presentara la patente de sanidad emitida por el puerto de
origen, acreditando no sufrir epidemia alguna; obligación que permaneció
vigente hasta el siglo XX. El éxito de dicho acuerdo fue evidente pues la
epidemia de peste bubónica de 1720-1722 fue la última padecida en territorio
europeo.
Esas patentes llegaron a convertirse en impresos editados
con primor, auténticas obras de arte que el Dr. Gil Albarracín ha ido
recopilando, a través de una paciente investigación en los archivos de ciudades
portuarias, de las que nos ha remitido varios ejemplos.
La imagen superior corresponde a una patente emitida
Barcelona, que se utilizó durante un largo período (1730-1817). Es obra del
grabador Ignacio Valls y muestra a vista de pájaro la ciudad y su puerto, en
construcción, desde el mar a finales de la tercera década del siglo XVIII,
reconociéndose sus edificios más emblemáticos; el conjunto queda amparado por
la Inmaculada Concepción, las santas Eulalia y Madrona y los santos Francisco
de Paula, Raimundo de Peñafort y Severo.
Esta
es una patente de la ciudad italiana de Trieste, entonces bajo jurisdicción
austro-húngara. Fue diseñada por Jakob Matthias Schmutzer, uno de los artistas
más importantes de Viena, siendo grabada el año 1788 por Kunpertx, mostrando el
plano de la ciudad entre S. Sergio y S. Justo, patronos de la plaza.
Muy bonita es la que la Junta Municipal de Sanidad de
Alicante encargó, en 1820, al pintor de cámara Vicente López Portaña. En ella
aparece representada la ciudad, coronada por el castillo de Santa Bárbara, vista desde el mar sobre cuyas aguas aparece un
imponente Neptuno sobre su carro, en contraposición neoplatónica con la corte
celestial que encabeza la patente, presidida por la Santa Faz, a la que
expresan su devoción S. Sebastián, S. Francisco de Paula y S. Roque,
protectores frente a las epidemias.
Agradecemos al Dr. Gil Albarracín su deferencia y,
especialmente, su recordatorio de que las epidemias fueron tema recurrente para
obras literarias y artísticas que merece la pena recordar.
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