D. Javier Bona nos ha recordado la obra Carbón rojo. Crónica del crimen de los carboneros que Luis Antonio
Palacio Pilacés publicó, en 2011, reconstruyendo minuciosamente un crimen
perpetrado en 1905 en los montes de Cetina, concretamente en el llamado “El
Chaparral”. Las víctimas fueron el carbonero Federico Pasamar Marco, natural de
Calcena; su esposa Juana López Arrudi, de Bañor del Río Tobía (Rioja) y los
hijos del matrimonio, Antonio de 10 años, María de 4 y Brígida de 18 meses.
Todo ello en el chozo donde residían al que luego le habían prendido fuego.
El libro en cuestión lo habíamos conseguido poco después de
que fuera editado, pero no hicimos referencia al crimen en nuestra obra Crímenes ejemplares, editada en 2014,
aunque sí recogíamos el perpetrado por Felipe Pasamar Gregorio, también de
Calcena, condenado a garrote vil, cuya ejecución tuvo lugar en la cárcel de
Predicadores de Zaragoza, el 21 de septiembre de 1915, en medio de un gran
rechazo popular que, por entonces, se mostraba muy contrario a este tipo de
ejecuciones.
En el caso que nos ocupa, los implicados fueron los hermanos
Fulgencio, y Gregorio Horno, todos ellos de Calcena, que aparecen sentados en esta
fotografía junto con su madre Claudia Gil y su tío Antonio Gil.
Claudia
era viuda de Bruno Horno (sin parentesco con él, a pesar del apellido), el cual
había resultado muerto por Federico Pasamar, cuando éste intentaba mediar en
una disputa de Bruno con su hermano Gregorio que acusaba a su mujer de ser la
responsable de un hechizo que le había provocado la minusvalía que sufría.
El suceso había tenido lugar en los montes de Algonchón y Federico
había resultado absuelto por considerar el tribunal que actuó en defensa
propia. Pero los miembros de la familia del fallecido no lo olvidaron y
planearon la venganza que ahora se había consumado.
Mientras que Claudia fue exonerada, el tribunal que los
juzgó, condenó a cada uno de los tres implicados a cinco penas de muerte (por
los asesinatos) y seis meses de prisión (por el delito de incendio).
Sin embargo, el día de Viernes Santo de 1907, el rey Alfonso
XIII, hizo uso del privilegio de gracia y conmutó las penas de muerte por las
de prisión (no hemos podido conocer el número de años).
Fulgencio murió en el castillo de Figueras, poco antes de
obtener la libertad. Gregorio y su tío Antonio la recobraron, aunque su destino
final se desvaneció sin dejar huellas.
El crimen de los carboneros mereció la atención de los
medios, a raíz de la publicación del libro de Luis Antonio Palacio, y el
programa “Cuarto Milenio” llegó a ofrecer una reconstrucción de lo acaecido.
Como hemos señalado anteriormente, el crimen perpetrado por
Felipe Pasamar Gregorio, que fue conocido como el de “La sibila de Alpartir”,
ocupó las páginas de los periódicos, en su momento, dado el eco que despertó su
ejecución.
Mucho antes, en 1883, otro crimen había tenido como
protagonista a un vecino de Calcena. Se llamaba Manuel Tormes, casado y de 56
años de edad, el cual fue ejecutado en Zaragoza el 28 de noviembre de ese año.
A pesar de que de su muerte hemos encontrado diversas referencias, no hemos
podido averiguar, por el momento, cuál fue el crimen que se le imputaba.
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