martes, 21 de abril de 2020

Crímenes en Calcena


         D. Javier Bona nos ha recordado la obra Carbón rojo. Crónica del crimen de los carboneros que Luis Antonio Palacio Pilacés publicó, en 2011, reconstruyendo minuciosamente un crimen perpetrado en 1905 en los montes de Cetina, concretamente en el llamado “El Chaparral”. Las víctimas fueron el carbonero Federico Pasamar Marco, natural de Calcena; su esposa Juana López Arrudi, de Bañor del Río Tobía (Rioja) y los hijos del matrimonio, Antonio de 10 años, María de 4 y Brígida de 18 meses. Todo ello en el chozo donde residían al que luego le habían prendido fuego.




         El libro en cuestión lo habíamos conseguido poco después de que fuera editado, pero no hicimos referencia al crimen en nuestra obra Crímenes ejemplares, editada en 2014, aunque sí recogíamos el perpetrado por Felipe Pasamar Gregorio, también de Calcena, condenado a garrote vil, cuya ejecución tuvo lugar en la cárcel de Predicadores de Zaragoza, el 21 de septiembre de 1915, en medio de un gran rechazo popular que, por entonces, se mostraba muy contrario a este tipo de ejecuciones.



         En el caso que nos ocupa, los implicados fueron los hermanos Fulgencio, y Gregorio Horno, todos ellos de Calcena, que aparecen sentados en esta fotografía junto con su madre Claudia Gil y su tío Antonio Gil.
Claudia era viuda de Bruno Horno (sin parentesco con él, a pesar del apellido), el cual había resultado muerto por Federico Pasamar, cuando éste intentaba mediar en una disputa de Bruno con su hermano Gregorio que acusaba a su mujer de ser la responsable de un hechizo que le había provocado la minusvalía que sufría.
         El suceso había tenido lugar en los montes de Algonchón y Federico había resultado absuelto por considerar el tribunal que actuó en defensa propia. Pero los miembros de la familia del fallecido no lo olvidaron y planearon la venganza que ahora se había consumado.
         Mientras que Claudia fue exonerada, el tribunal que los juzgó, condenó a cada uno de los tres implicados a cinco penas de muerte (por los asesinatos) y seis meses de prisión (por el delito de incendio).
         Sin embargo, el día de Viernes Santo de 1907, el rey Alfonso XIII, hizo uso del privilegio de gracia y conmutó las penas de muerte por las de prisión (no hemos podido conocer el número de años).

         Fulgencio murió en el castillo de Figueras, poco antes de obtener la libertad. Gregorio y su tío Antonio la recobraron, aunque su destino final se desvaneció sin dejar huellas.





         El crimen de los carboneros mereció la atención de los medios, a raíz de la publicación del libro de Luis Antonio Palacio, y el programa “Cuarto Milenio” llegó a ofrecer una reconstrucción de lo acaecido.
         Como hemos señalado anteriormente, el crimen perpetrado por Felipe Pasamar Gregorio, que fue conocido como el de “La sibila de Alpartir”, ocupó las páginas de los periódicos, en su momento, dado el eco que despertó su ejecución.
         Mucho antes, en 1883, otro crimen había tenido como protagonista a un vecino de Calcena. Se llamaba Manuel Tormes, casado y de 56 años de edad, el cual fue ejecutado en Zaragoza el 28 de noviembre de ese año. A pesar de que de su muerte hemos encontrado diversas referencias, no hemos podido averiguar, por el momento, cuál fue el crimen que se le imputaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario