Hace algunos días, Pedro Domínguez Barrios nos remitió unas
composiciones de imágenes en las que se mostraba la actuación de un tractor,
que arrastrando un atomizador, recorría las calles de Magallón, desde el inicio
de la pandemia, rociando las calles de la localidad con una disolución de agua
con lejía, según comentaba.
Hacía alusión también a que, todas las tarde, entre las seis
y las ocho, la megafonía municipal emitía música, dando la posibilidad a los
vecinos de solicitar determinadas canciones.
Además, el Ayuntamiento ha puesto en marcha otras
iniciativas, entre las cuales destaca la del “talento magallonero”, consistente
en animar a los vecinos a realizar cualquier tipo de manualidad o actividad
artística, y mostrarla mediante las redes sociales. Incluso, ha habido un
concurso de disfraces on line, “disfrázate en casa”. Todo ello con el propósito
de hacer más llevadera esta etapa de confinamiento.
La información había quedado aplazada y la retomamos ahora,
ante la insistencia de Pedro, ya que todas iniciativas encaminadas a mantener
la moral de población merecen ser destacadas.
La del riego de calles y espacios públicos es una de ellas,
dado que se transmite la impresión de que se está haciendo algo para paliar los
efectos de la epidemia, aunque sobre su eficacia hay serias dudas por parte de
los especialistas, al tratarse de un virus, que no es un organismo vivo, del
que en estos momentos se desconocen muchos aspectos, entre ellos el del tiempo
que permanece con capacidad infectiva en las superficies.
Pero, lo cierto es que estas actuaciones se han multiplicado
y estos últimos días, los medios de comunicación han difundido la noticia del
que el Gobierno ha autorizado la utilización de helicópteros y aviones Canadair del Ejército del Aire para esa
tarea.
Los que conocen la participación de esos aparatos en su lucha
contra los incendios forestales se sorprendieron ante la posibilidad de que,
como ocurre en esos casos, arrojaran toneladas de desinfectante sobre las zonas
elegidas. Pero, en principio no era ese el procedimiento operativo elegido,
sino el de emplear generadores de nieblas, propulsadas por aire comprimido para
que, al esparcirse por el ambiente, pudieran alcanzar espacios a los que no se
puede llegar por otros medios.
Al margen de su eficacia, la aclaración tranquiliza dado
que, en caso de que hubieran arrojado toda su carga, como en los incendios, sí
que cabría recordar aquel viejo adagio militar que popularizó D. Pío
Cabanillas: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”.
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