jueves, 25 de noviembre de 2021

Castillo de Javier


         La primera de estas imágenes corresponde a la postal de la serie “Castillos de España” publicada hacia 1970, que estamos siguiendo, mientras la segunda es el aspecto actual que presenta el conjunto de castillo y basílica. La comparación entre ambas nos permite apreciar algunas sensibles diferencias, fruto de la última intervención realizada, siendo la más significativa la desaparición de la gran torre que existía junto a la basílica, acerca de la cual no hemos encontrado datos sobre las razones que impulsaron la adopción de esa decisión.



         No obstante, es preciso señalar que lo que hoy conocemos es fruto de una serie de intervenciones, fundamentalmente tres, realizadas a partir de finales del siglo XIX, que dieron como resultado no tanto la restauración de lo que había llegado hasta ese momento, sino la recreación de un castillo medieval, en gran medida soñado por el primero de los arquitectos que llevaron a cabo las obras.


         Javier es conocido universalmente por haber sido la cuna de Francés de Jasso y Azpilicueta que llegaría a ser San Francisco Javier, el gran apóstol jesuita, Patrón de Navarra y de las Misiones. Sin embargo, pocos son los recuerdos que del Santo se conservan de su infancia en la fortaleza. El más destacado es el Cristo Crucificado que preside la capilla a la que se retiraba a orar.

         Para esa falta hay dos razones fundamentales. La primera se debe a la decidida defensa que el padre de San Francisco hizo de la independencia navarra, que le obligó a exiliarse en Francia y a sufrir el castigo impuesto por el cardenal Cisneros que ordenó el derribo del castillo. Aunque no se llevó a cabo por completo, fue arrasado y sus torres y elementos fortificados desmochados.

         La segunda causa radica en el plan de restauración concebido por el arquitecto D. Ángel Goicoechea Lizarraga que, por su pretensión de darle ese aspecto medieval soñado, destruyó muchas construcciones adosadas al núcleo original que eran del siglo XVI.


         A finales del siglo XIX el castillo era más bien una casa de campo, fruto de la pérdida de su condición militar y del abandono de siglos. Pero, en modo alguno, había dejado de ser un lugar asociado a la vida del Santo sino que, por el contrario, ya era un destino de peregrinación para muchos de sus devotos y disponía de una capilla para acogerlos.

         Los grandes mecenas de la transformación fueron Dª. Carmen de Aragón-Azlor, XV duquesa de Villahermosa, propietaria del castillo, y de su esposo D. José Manuel de Goyeneche, conde de Guaqui. Fueron ellos quienes decidieron acometer la completa rehabilitación de la fortaleza y la construcción de una basílica adjunta (entre 1896 y 1901).

         Encargaron las obras al citado arquitecto D. Ángel Goicoechea al que se le reprocha el excesivo afán medievalista y, sobre todo, la desproporción en las dimensiones de la basílica adosada que respondía también a una concepción historicista.

         En 1898, la duquesa donó todo el conjunto a la Compañía de Jesús, para quien ya había habilitado parte del interior del castillo y construido edificios anejos para que sirvieran con escuela de misioneros.

         Bajo el impulso de los jesuitas, Javier multiplicó su poder de atracción siendo el punto de destino de las populares “Javieradas” que congregan a jóvenes llegados de todas partes.

         En 1952, José María Recondo S. J. y José Luis Alberdi S. J. acometieron una segunda restauración, bajo la tutela del arquitecto D. Valentín Gamazo, encaminada a corregir algunos de los errores interpretativos cometidos por Goicoechea.




         Finalmente, en 1995, ante la celebración del V centenario del nacimiento de San Francisco Javier se proyectó un amplio plan de restauración que se prolongó hasta 2005 y del que fueron responsables los arquitectos D. Antón López de Aberásturi y D. Fernando Pérez Simón.

         Entre las muchas obras acometidas destaca la musealización del interior y de las antiguas caballerizas que ha supuesto una importante mejora para este antiguo castillo que es preciso recordar que, en su origen, fue aragonés habiendo pasado a ser navarro cuando su propietario Ladrón Periz no pudo hacer frente al préstamo de 9.000 sueldos que le había entregado Sancho VII de Navarra, teniendo como garantía el citado castillo.






 

No hay comentarios:

Publicar un comentario