Estos días, la bellísima ciudad ucraniana de Odessa está presente en todos los medios de comunicación, ante la posibilidad de que caiga en manos rusas, merced a un asalto anfibio para el que ya cuenta con los medios necesarios en la zona. Por ello, han sido muchos los que han recordado que el fundador de la ciudad, a finales del siglo XVIII, fue un personaje de origen español.
Se trataba de José Pascual Domingo de
Ribas y Boyons (1749-1800), más conocido como José de Ribas. Era hijo de Miguel
de Ribas y Bouyons, natural de Barcelona, y de la irlandesa Margaret Plunkett.
José nació en Nápoles, donde su padre (militar de profesión) era el Director
del ministerio de las Fuerzas Navales y Armadas de ese reino. Debemos recordar
que España fue obligada a abandonar Nápoles durante la Guerra de Sucesión, pero
más tarde se hizo cargo del reino una rama de la familia Borbón; en concreto el
que luego sería rey de España con el nombre de Carlos III.
El joven José de Ribas recibió una
educación muy esmerada, llegando a dominar seis idiomas, y a los dieciséis años
entró en la Guardia Napolitana y, a los veinte había alcanzado ya el grado de
mayor (comandante).
Su suerte cambió radicalmente cuando le
fue presentado al Comandante de la flota rusa en el Mediterráneo quien,
sorprendido por la facilidad del joven para los idiomas, logró que le
acompañara como ayudante e intérprete.
Llegó a Rusia en 1772 y continuó su formación
en la Academia Militar Imperial, mientras aprendía rápidamente el ruso. Aceptado
como un “noble español”, ello no solo no fue obstáculo, sino que facilitó sus
contactos con altos dignatarios de la corte, entre ellos con el ministro de
Construcciones que tenía una hija natural con la que contrajo matrimonio José
de Ribas, en presencia de la zarina Catalina la Grande que, posteriormente,
sería madrina de sus dos hijas.
Cuando el príncipe Grigori Potemkim se hace con el favor de la zarina y con todo el poder, José de Ribas entró a su servicio, ya con el rango de coronel, interviniendo de manera decisiva en el enfrentamiento con el imperio turco, en el que se sucedieron sus triunfos y los sucesivos ascensos en el Ejército de Tierra. Alguna de las victorias que logró fueron tan impresionantes como la toma de la fortaleza de Izmail, considerada inexpugnable.
No es de extrañar, por lo tanto, que
fuera uno de los tres plenipotenciarios nombrados por Catalina la Grande para
firma el tratado de Jassy por el que, en 1792, se puso fin a la guerra entre
Rusia y Turquía. En virtud del acuerdo, Rusia asumió el control de toda la orilla
septentrional del mar Negro.
Fue entonces cuando la zarina le encomienda
la construcción de una ciudad en la costa recién adquirida que, por voluntad de
Catalina la Grande se llamó Odessa, nombrando gobernador de la ciudad a José de
Ribas, que pudo edificarla en muy poco tiempo. Le encargó también la
construcción de una flota del Mar Negro, poniéndolo al frente de la misma. Comoquiera
que Ribas pertenecía al Ejército de Tierra, el nombramiento despertó los
lógicos recelos de los altos cargos de la Armada Imperial, pero Catalina lo
solucionó rápidamente, nombrándolo contralmirante por un decreto personal y más
tarde vicealmirante.
Odessa llegó a convertirse en la cuarta
ciudad de Rusia, la más abierta a la Cultura y el mundo occidental, dotada
además de todas los avances y comodidades disponibles. Se decía que tenía las
calles mejor pavimentadas de Europa y era un foco de atracción para intelectuales
y científicos de todo tipo.
En el imaginario popular su nombre aparece
asociado a una secuencia de la película “El acorazado Potemkin” que el director
Serguéi Eisenstein rodó en 1925. Es la de los soldados zaristas disparando y matando
a multitud de civiles en las famosas escaleras que conectan el casco antiguo
con la zona portuaria. Que tal matanza no existiera nunca era lo de menos para
la propaganda soviética y, gracias a ello, lograron transmitir el mensaje de la
crueldad de los “blancos”, frente a la bondad de aquellos trabajadores y
miembros del ejército rojo que habían ocupado la ciudad en 1919.
La ciudad ha resistido violentos ataques
en diversas ocasiones. En 1854, durante la guerra de Crimea, hizo frente
heroicamente al bombardeo de fuerzas navales británicas y francesas. Durante la
II Guerra Mundial aguantó durante 73 días el ataque del ejército rumano, aliado
de las tropas alemanas durante la invasión de Rusia.
Tras un breve periodo en el que existió
la República Popular de Ucrania (como nación independiente), los soviéticos
crearon la República Socialista Soviética de Ucrania, integrada en la URSS,
hasta que logró su independencia en 1991.
Volviendo a nuestro personaje, su suerte cambió tras la muerte de Catalina la Grande, ya que su hijo Pablo I que lo llamó a San Petersburgo, tras ser acusado de malversación en la construcción de Odessa. Terminó siendo apartado de todos sus cargos y, al parecer, se vio envuelto en una conspiración contra el zar, con el propósito de colocar en el trono al heredero. Contrajo unas fiebres como consecuencia de las cuales falleció en diciembre de 1800. Hubo sospechas de que terminó siendo envenenado por los implicados en el complot para que, en su delirio febril, no revelara sus nombres. Fue enterrado en el cementerio luterano Smolénskoe de San Petersburgo y aunque las autoridades de Odessa pidieron el traslado de sus restos a la ciudad, en 2006, no pudieron lograrlo por la oposición de los rusos.
Su recuerdo permanece en la ciudad que
fundó, Odessa, donde tiene un monumento a él dedicado y también aparece entre
los cuatro personajes dispuestos en torno al fuste de dedicado a Catalina la
Grande.
Además, una de las principales calles
de la ciudad llevó siempre su nombre, a pesar de los intentos que hubo para
cambiarlo. En la postal se le designa como “Rue de Ribas” y, en la actualidad
sigue siendo la Deribásovskaya Ulitsta.
Junto a la calle se encuentra el primer parque de Odessa, que
también fue construido por José de Ribas, junto con su hermano Félix que, por
entonces, había ido a reunirse con él. El parque se mantiene con algunos
monumentos que le confieren especial personalidad, como una silla que sorprende
a muchos, pero que hace referencia a una famosa novela satírica de los
escritores Ilf y Petrov (Iliá Ilf y Yevgueni Petrov) escrita en 1927 y
publicada en 1928.
También su figura es objeto de especial
atención por parte de la embajada española en Ucrania que, en 2013, realizó un
documental titulado “José de Ribas. El Odiseo español” que dirigió Jorge
Latorre y que puede verse en este enlace.
Ese mismo año, el Comandante del Grupo
Marítimo Permanente 2 de la OTAN (SNMG-2), C.A. D. Eugenio Díaz del Río, le rindió
homenaje ante su estatua, durante una escala en esa ciudad.
A la ofrenda floral asistieron el alcalde de la ciudad,
Oleksiy Kostusev, el vicegobernador de la región, Oleksandr Malin, el embajador
de España en Kiev, D. José Rodríguez Moyano, el comandante del SNMG-2,
contraalmirante Eugenio Díaz del Río, y el Comandante de la fragata Blas de
Lezo (buque insignia de aquel grupo naval) C.F. D. Fernando Álvarez Blanco.
Cuando se difundió esta noticia se hablaba del homenaje
tributado a un almirante español. Quizás calificarlo de “almirante” y de “español”
fuera excesivo, aunque él siempre se consideró un noble español y, aunque su formación
no fuera naval, llegó a ser almirante y lo que es más importante, conquistó
para el Imperio ruso, gracias a su valor y a su capacidad un extenso territorio
que ahora ambiciona el nuevo y peligroso zar de todas las Rusias.
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