Fue en el sorteo celebrado el 23 de diciembre de 1893,
cuando el número afortunado con el “Premio Gordo” recayó en el “31.892” del que
se habían adquirido dos décimos en Borja. Lógicamente, de aquellos décimos no
han quedado imágenes, pero hemos encontrado esta del 17.274 del mismo sorteo
que nos permite saber cómo eran los décimos en aquella época.
Del acontecimiento dio amplia información la prensa
regional, a través de la cual hemos podido conocer algunos detalles de lo
ocurrido y de las consecuencias que el premio tuvo para quienes se beneficiaron
de él.
Nada más ser “cantado” por los niños del colegio de San
Ildefonso que vestían como muestra la primera imagen (aunque es de fecha un
poco posterior), la gente se arremolinaba en torno a los lugares en los que se
difundían los resultados del sorteo.
A Zaragoza, las noticias llegaban a través de telegramas que
cursaban los corresponsales de los periódicos en Madrid. Fue El Diario Mercantil el que dio la extraordinaria
información: "El Gordo ha caído en Zaragoza”. La gente acudió a la
redacción para comprobarlo y, de boca en boca, era difundida por toda la
capital. “Wl vecindario asómose a los balcones y ventanas, y cundió la alegría
y la animación más extraordinaria”, decía la crónica publicada después, al
mismo tiempo que el diario se lamentaba de “haber tenido el premio mayor, es
decir los doce millones, al lado de la puerta y, a pesar de todo, no hemos
conseguido ni una aproximación”.
Porque el poseedor del billete premiado resultó ser Santiago
Comín, un carnicero establecido en la calle 4 de agosto, nº 29-31. Estaba
casado con una borjana, cuyo nombre no hemos podido saber, aunque sí el de su
suegra Dª. Saturnina Arcega Litago, a la que había enviado dos décimos que, a
su vez, se distribuyeron en participaciones entre varios vecinos de nuestra
ciudad.
El resto también se distribuyó entre los clientes de la
carnicería y algunos empleados del Matadero Municipal de Zaragoza, donde se
encontraba Santiago Comín cuando fueron a comunicarle la noticia. Antes, le
había ofrecido 5.000 pesetas a un empleado de ese matadero si le tocaba el
gordo y, como era un hombre de palabra, cumplió su promesa.
El billete había sido expedido por la Administración de
Loterías del Sr. Blanco, a través de “un pobre ciego” al que Comín se lo había
comprado. Según algunas informaciones al carnicero le correspondió una
auténtica fortuna para la época, merced a la cual su vida experimentó una
transformación radical, aunque en principio siguió atendiendo su
establecimiento.
No lo contaron los periódicos pero, a través de la Tesis
Doctoral de la Dra. Dª. Begoña Gimeno Arlanzón (que por cierto cita algunas
publicaciones de nuestro Centro) sobre “Las publicaciones periódicas musicales
zaragozanas en la España de la Restauración”, hemos podido conocer el ascenso
social experimentado por el carnicero, que tres años después de ganar el premio
era socio capitalista de la empresa de la plaza de toros y adquirió una
Administración de Lotería en el nº 82 de la calle Coso.
Pero, además, se preocupó por dar una formación musical a
sus hijas que llegaron a convertirse en intérpretes de los conciertos
organizados por la Asociación Bretoniana de Zaragoza, creada el 21 de octubre
de 1912. Uno de sus promotores fue D. Santiago Comín, junto con D. Mariano
Baselga Ramírez, que fue su Presidente, y D. José Orós que asumió el cargo de
Director Artístico.
La asociación editaba la revista El Bretoniano y, aunque se extinguió tres años después de su
creación, la revista continuó publicándose y en el número, cuya portada
reproducimos, correspondiente a enero de 1924, se recordaba a sus creadores, en
especial a “don Santiago Comín, uno de los más decididos organizadores de La
Bretoniana”, así como su presentación en el teatro Pignatelli, con el concierto
protagonizado por D. Tomás Bretón el 21 de octubre de 1912.
Pero, ¿Qué ocurrió en Borja con el Gordo? Lo contaba también
El Diario Mercantil, a través de su corresponsal:
“La lotería de Navidad
favoreció con el gordo a algunos habitantes de esta ciudad y aquello que
parecía una fortuna para este pueblo y que lo fue efectivamente para alguno,
resulta hoy una verdadera calamidad, particularmente para la clase trabajadora.
Porque es tal la fiebre de lotería que
se ha apoderado de las familias y tanto el afán de jugar, que sabemos de
algunos que no teniendo dinero para comprar un décimo o llevar parte de otro,
han vendido especies necesarias en su casa para el alimento cotidiano.
De seguir en la errónea creencia de que
por haber tocado una vez el gordo, se nos va a entras la suerte todos los
sorteos, nos tememos que nos quedaríamos sin un cuarto, antes de ser nuevamente
agraciados.
Moderen nuestros convecinos su
entusiasmo por juego tan inmoral, considerando que al fin y al cabo no es mas
que una timba nacional donde el Gobierno, que ejerce de banquero, es el único
ganancioso”
Las sensatas reflexiones del corresponsal borjano, reflejan
la realidad de la ciudad en aquellos momentos en los que la esperanza de lograr
un nuevo premio se había apoderado de todos.
Pero de poco sirvieron poco, diez años después, la lotería
volvió a dejar una buena cantidad en Borja. Fue también en el Sorteo de
Navidad, en el que el quinto premio correspondió al número 34094 que,
sorprendentemente, había sido vendido en la administración del afortunado D.
Santiago Comín, el cual había enviado cinco décimos a nuestra ciudad. La imagen
muestra el aspecto de otro de los décimos de ese sorteo que también tuvo lugar
el día 23 de diciembre.
En aquella ocasión se dieron a conocer los nombres de los
poseedores de esos décimos. Uno de ellos era de Dª. Saturnina Arcega Litago, la
suegra de D. Santiago Comín, del que había hecho participaciones. Así Dª.
Miguela Aznar jugaba 10 pesetas y Dª. Elena Blasco 2,50.
Otro décimo fue para D. Juan Gracia, propietario de un
acreditado comercio en la plaza de Santo Domingo. También había distribuido
participaciones, aunque se reservó 20 pesetas. D. Calixto Castillo jugaba 7,50
pesetas.
Pero, en otro comercio, el de D. José María López, se
jugaban dos décimos, estando en poder de D. Luis Bartué Sanmartín el quinto de
los enviados a Borja.
También la suerte recayó en Bulbuente, pues otro décimo
había sido adquirido por D. Antonio Hernández, que lo repartió entre sus
convecinos.
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