sábado, 26 de febrero de 2022

La ermita de San Juan de Añón

 

                  

         Una de las iniciativas de Hispania Nostra que mayor eco tienen en los medios de comunicación es la llamada Lista Roja del Patrimonio, con la que, desde el Centro de Estudios Borjanos hemos sido especialmente reticentes. El que figure en ella la ermita de San Juan de Añón de Moncayo que hemos vuelto a visitar recientemente, nos permite reflexionar sobre ella.

         Lo que, en un principio, fue concebido como un instrumento para llamar la atención sobre determinados monumentos en estado de abandono, pero susceptibles de ser recuperados si los organismos competentes les dispensaran atención, ha terminado por convertirse en una relación de edificios de muy diversas características y entidad, muchos de los cuales se encuentran en zonas abandonadas o casi inaccesibles que la comisión científica que gestiona la lista incluye y saca, en función de los informes que recibe, muchas veces interesados, sin valorar suficientemente si el bien a proteger puede serlo realmente o si, como es habitual, es uno más de los centenares que, en situación similar se encuentran en toda España.

         Ello ha provocado una interpretación no deseada, convirtiendo la Lista en una especie de ranking entre las diversas comunidades autónomas, provocando el enojo de las autoridades responsables del Patrimonio en cada una de ellas.

         Uno de esos casos extremos, al que ya nos hemos referido en otras ocasiones, es el de la ermita de San Juan en Añón. Derruida hace mucho tiempo y cubierta de yedra, está emplazada en un bonito lugar de la cabecera del río Huecha y su romántico aspecto había dado lugar a la creencia sin fundamento, de que, en ella, se había inspirado Bécquer para su leyenda de El Miserere.


         Su inclusión en la Lista Roja se remonta a la primera época de la misma y la atención que, en aquellos momentos, le dispensaron los medios de comunicación regionales dio lugar a que, en 2006, el Ayuntamiento de Añón llevara a cabo la limpieza de vegetación, apareciendo el suelo original y la base del altar.


         Pero, al despojarle de la vegetación que la cubría se pudo constatar que desaparecida la cubierta y con los muros en estado de ruina avanzada, poco se podía hacer. Por el contrario, la actuación aceleró la ruina, siendo necesario apuntalar alguna de sus paredes. Pero aún fue más grave el hecho de que, algunos de los sillares que quedaba de su portada románica fueron retirados por algunos de los encargados de las obras y, como publicamos en este blog, llegamos a verlos convertidos en elementos portantes de un cubierto o cobertizo privado.




         Ahora, hemos vuelto a la ermita para comprobar las grietas de sus muros, la yedra que, de nuevo, cubre su ábside, o la maleza que ha crecido en el interior que había sido limpiado, como muestran estas imágenes.



         Aunque no se puede penetrar en el interior, nos dio la impresión de que ya no quedan los pocos sillares de su antigua portada que, en su momento, pudimos fotografiar.





         Nos contentamos ahora con recorrer el perímetro de esta ermita que ha vuelto a tener el mismo aspecto que ha tenido desde finales del siglo XIX, mientras nos preguntábamos por el sentido que tiene su mantenimiento en la famosa Lista Roja. ¿De verdad que hay alguien que cree en la posibilidad de su restauración?

         No queremos decir que no se puede hacer nada. Consolidar y mantener las ruinas, controlando la vegetación, evitando su definitiva pérdida, podría ser una solución, de manera que fuera un espacio visitable sin peligro en el que en un panel informativo se explicara la historia del monumento.




 


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