sábado, 1 de octubre de 2022

Libros recibidos 543

 

         Xordica Editorial acaba de publicar con el número 106 de su colección Carrachinas, la obra Un secreto y otros cuentos, de la que autor Severino Pallaruelo. Nacido en Puyarruego (Huesca) en 1954, Severino cuenta con una amplia producción bibliográfica, centrada fundamentalmente en temas altoaragoneses. Varios de ellos han sido editados por Xordica y de su éxito da idea las sucesivas reediciones.

         Historiador, geógrafo y etnólogo es, además, un buen escritor, cuyas obras se leen muy bien. La que nos ocupa, como él mismo hace constar en el prólogo, es un retrato de un mundo que se desvaneció hace ya tiempo. Cuando lo escribió, hace ya treinta años, ya no existía, pero aún era algo cercano. Ahora, no es mas que una sombra del pasado que el autor llegó a conocer y amó.

         Son quince relatos o cuentos que tienen como protagonistas a gentes que habitaron en los pueblos perdidos, todos cargados de emoción y, en buena medida, fascinantes. Pero nos ha interesado especialmente el epílogo en el que relata la historia de una aldea y tres de sus antiguos habitantes a los que interrogó para conocer sus vivencias del lugar del que procedían. Cada uno de ellos contó las suyas y lo sorprendente, en cierto modo, fue que no coincidían. Daba la impresión de que pertenecían a mundos diferentes. No nos sorprende porque incluso cuando intentamos conocer acontecimientos cercanos las versiones de los diferentes testigos difieren mucho. De ahí, nuestra reticencia hacia modelo de historiar a partir de testimonios orales. Si los documentos no siempre son fiables, mucho menos lo son los datos que podemos extraer de unas entrevistas en las que, no necesariamente, nos mienten.

         El único pero que, por lo que a nosotros afecta, podemos poner a la obra que estamos comentando es el innecesario párrafo final, una “gracieta” que ofende los sentimientos religiosos de algunas personas. No lo ha pretendido pero, en cuestiones de Fe, hay que ser cauto y de la misma forma que nos obligan a respetar los “nuevos dogmas”, incluso con amenazas, no es mucho pedir que también se respeten aquellos que constituyen el núcleo central de las creencias cristianas.

      

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