domingo, 10 de marzo de 2024

Los hombres ilustres del panteón. VII. Monumento a la Libertad

 

         Terminado el recorrido por el interior de las tres pandas del claustro del Panteón de Hombres Ilustres, donde se encuentran los mausoleos que hemos comentado en días pasados, salimos al patio exterior, en cuyo centro de alza un crucero, rematado por una cruz de hierro.


         Una columna de fuste liso, en el que puede leerse la frase latina “Pro Patria Mortis Honor” (Honor a los muertos por la Patria), se alza sobre una base formada por columnillas sobre las que se apoyan arcos apuntados, con palmas entre ellas.

 

         La sombra de la Cruz se proyecta (en la imagen que tomamos) sobre el mausoleo que se levanta en uno de los ángulos del jardín, conocido como “Monumento de la Libertad”, en el que estás sepultados los restos de seis destacados políticos del siglo XIX, que tienen como denominador común su condición de liberales y su adscripción masónica en la mayoría de los casos.

 


El monumento del cementerio de la Sacramental de San Salvador, San Nicolás de Bari y Hospital de la Pasión, donde fue inaugurado el 20 de febrero de 1857, para acoger los restos de Juan Álvarez Mendizábal; Agustín de Argüelles Álvarez González; y José María Calatrava y Martínez. Fue realizado por el arquitecto Federico Aparici, con la colaboración de los escultores Sabino Medina y el aragonés Ponciano Ponzano. 



Al desaparecer el cementerio, el monumento fue trasladado, en 1912, al Panteón de Hombres Ilustres, instalándolo en el jardín pues, al parecer, no cabía en el interior. A los restos que albergaba se unieron los de Francisco Martínez de la Rosa, Diego Muñoz Torrero y Salustiano Olózaga, desde los cementerios en los que habían permanecido hasta entonces. Los nombres de los seis aparecen en la lápida colocada en el interior del templete, con las fechas de sus fallecimientos.

 



         Este monumento o mausoleo, tiene forma circular y está decorado al exterior por tres estatuas colocadas sobre los nombres de Mendizabal, Argüelles, y Calatrava, que son aquellos a los que, como hemos dicho, estaba dedicado originalmente el monumento. Simbolizan la Pureza, con la mano en el corazón; La Reforma con una hoz; y el Gobierno, con el bastón de mando.

 

         Pero lo más llamativo es la estatua de la Libertad, obra de Ponciano Ponzano, cuya mano derecha se apoya en un yugo roto, junto al cual puede verse a un gato (un animal que suele presentarse como símbolo de independencia y rebeldía). En la mano empuña un cetro y su cabeza se toca con el gorro frigio, del que salen unos rayos de luz, algo realmente novedoso para ese momento, pues nunca se había representado a la Libertad con esos rayos.

 

         De ahí que algunos hayan querido ver en esta obra de Ponzano la fuente de inspiración para la estatua de la Libertad de Nueva York, realizada por el escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi (1834-1904) en 1880, bastantes años después que nuestro paisano introdujera ese elemento iconográfico que, en el caso de la estatua neoyorkina tiene siete rayos y otras diferencias.

 


         Pero, si Nueva York tiene una estatua de la Libertad, Madrid tiene dos. La otra está en el frontal que corona la fachada principal del Congreso de los Diputados. También es obra de Ponciano Ponzano, realizada años después de la del monumento a la Libertad.

 


         Debemos recordar que también fue Ponciano Ponzano el autor de los dos leones de bronce que custodian la puerta del Congreso. Seguramente, muchos conocerán que fueron los terceros que tuvo que realizar. Los primeros de yeso pintado, se estropearon enseguida; los segundos de mármol parecían gatos y no gustaron. Por fin, se hicieron estos con el bronce de cañones capturados en Marruecos (según la leyenda).

         Pero lo más interesante es que estos dos leones son los mismos que los que aparecen en la fuente de la Cibeles, en la que se inspiró. Representan a dos personajes de la mitología griega, llamados Hipómenes y Atalanta, una pareja que fueron a dar rienda suelta a su amor en el templo de la diosa Cibeles, a la que no gustó nada el que hubieran escogido para ello un lugar sagrado. Los condenó a convertirse en leones para que tiraran su carro y, además, a no volver a verse nunca. Por eso, tanto en la fuente, como en el Congreso, cada uno mira a su lado.

 

         Como resultaba más espectacular el representarlos con la melena propia de los machos, la única diferencia entre ambos es que Atalanta carece de los atributos viriles de Hipómenes, lo que queda parcialmente oculto por la cola que se dobla hacia el lugar que deberían ocupar.

         Lo que ocurre es que muchas personas ignoran ese origen mitológico y, creyendo que se trata de un error o de un descuido, han llegado a organizar campañas para dotarle de testículos a la pobre Atalanta, aunque en Madrid les dan el nombre de dos héroes del 2 de mayo: Daoiz y Velarde y, en ese caso, ambos parece ser que los tenían bien puestos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario