El Entierro de Cristo es un desfile
procesional cargado de simbolismo y, en cierto modo, una representación escénica
del gran drama de la Pasión, cuyo momento cumbre tiene lugar en la plaza de
España.
Entre los elementos que participan en el mismo figura el “Velo del Templo” que es llevado por la cofradía de San Bartolomé y que este año ha adquirido un protagonismo especial por ser el motivo escogido para el cartel anunciador de nuestra Semana Santa.
El templo de Jerusalén constaba de dos
espacios cubiertos, separados por una gran cortina. El más recóndito era el
Sancta Sanctorum donde, inicialmente, estuvo guardada el Arca de la Alianza,
separado del resto por un gran velo, cuyo diseño había sido indicado a Moisés
por el propio Dios. Era “de tela azul, púrpura y escarlata, y de lino fino
torcido; será hecho con querubines, obra de hábil artífice. Y lo colgarás sobre
cuatro columnas de acacia revestidas de oro; sus ganchos serán también de oro,
sobre cuatro basas de plata. Colgarás el velo debajo de los broches, y pondrás
allí, detrás del velo, el arca del testimonio; y el velo os servirá como
división entre el lugar santo y el lugar santísimo. Y pondrás el propiciatorio
sobre el arca del testimonio en el lugar santísimo”.
Ese velo, que tenía 10 centímetros de
espesor y que no podían romper dos caballos tirando cada uno por su lado, inmediatamente
después de expirar Cristo, según relatan los tres Evangelios sinópticos “se rasgó
en dos de arriba abajo”, como expresión del fin de una etapa y inicio de una
nueva, en la que el culto a Dios no quedaba circunscrito a ese recinto sagrado
de Jerusalén.
En Borja, el velo ha participado en el
Entierro de Cristo desde sus inicios, aunque como muchas de las insignias que
lo integraban se perdió durante la Guerra de la Independencia.
Avanzado el siglo XIX fue recuperado y
el velo propiamente dicho, estaba cubierto por dos grandes chapas metálicas con
paños blancos que, al ser accionadas por un resorte, se abrían en tijera
cayendo con gran estrépito entre los aplausos del público cuando coincidía con
el momento señalado que era el instante en el que el Centurión da el primer
golpe con el martillo en el arca.
En los libros de la cofradía de San
Bartolomé se conserva un apunte, de 1850, correspondiente a un gasto de 6 reales
“por los yerros del Velo”, sin que podamos precisar que corresponde a su construcción.
De aquel velo, con chapas metálicas,
que llegamos a conocer no hemos localizado todavía ninguna foto. Las más
antiguas son posteriores a 1972 cuando fue reemplazado por un sencilla marco de
madera, portado sobre una vara y con una cortina que, al descorrerse, mostraba
la pintura del “Velum templi”. Fue ese año cuando la parte metálica del
anterior fue vendida, por 25 pesetas, a la herrería de los Lajusticia.
En la década los años 90 del pasado
siglo, se tomó la decisión de instalar el Velo en un templete que era llevado a
hombros por los miembros de la cofradía. Esta foto es de 1996. Luego se le dotó
de ruedas que es como desfila actualmente.
La estructura utilizada para el velo era
el antiguo expositor eucarístico de la iglesia de San Bartolomé que, en la primera
imagen, puede verse sobre las gradas del altar, tras el Crucifijo y bajo la
imagen titular de San Bartolomé. Era de madera dorada, pero para su nuevo cometido
decidieron pintarlo de negro.
No son muchas las personas que conoce
lo que hay detrás de las cortinas. Se trata del lienzo original, el que ya
estaba detrás de las chapas metálicas a las que hemos aludido.
Su estado no es bueno y convendría restaurarlo. En la parte superior se lee “Velum Templi” (Velo del Templo), aunque lo representado nada tiene que ver con el Templo de Jerusalén. Lo que se ve es el interior de una iglesia y, en concreto el presbiterio separado de la nave por una reja y al fondo, sobre el altar un tabernáculo.
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