En nuestra pasada, y bien aprovechada visita a Madrid, tuvimos tiempo de volver al Museo Nacional de Antropología, situado en la calle Alfonso XII, muy cerca de la estación de Atocha. Antes de dedicarle un artículo, nos ha parecido interesante recordar la sorprendente historia vinculada con el fundador del museo y su hija que, posiblemente, algunos de nuestros lectores ya conocerán.
Su creación respondió a una iniciativa
personal de D. Pedro González de Velasco (1815-1882), un curioso personaje nacido
en el seno de una humilde familia de posaderos, en la localidad segoviana de Valseca.
En su juventud fue carmelita descalzo y llegó a recibir las órdenes menores,
pero movilizado para el Ejército, su vida experimentó un cambio radical.
Al llegar a Madrid, ejerció como practicante
en el Hospital Militar, donde se despertó su interés por la Anatomía. Tras ejercer
como cirujano, comenzó a estudiar la carrera de Medicina, graduándose en 1850. Tras
viajar por diferentes países europeos, visitando los museos anatómicos
existentes en ellos, fue nombrado Director de los Museos de Anatomía de la
Facultad de Medicina de Madrid.
Fundador de la Sociedad Española de Antropología,
la desahogada posición económica que había alcanzado le permitió embarcarse en
la construcción de un Museo de Anatomía privado que, al mismo tiempo, fue su
lugar de residencia.
Inaugurado solemnemente por Alfonso XII
el 29 de abril de 1875, el museo reunió las colecciones privadas del Dr.
González de Velasco, enriquecidas con las donaciones que le fueron haciendo. Su
enfoque, propio de la época, abarcaba tanto piezas anatómicas como otras
relacionadas con la naturaleza y también objetos de interés etnológico.
La casa museo del Dr. González de Velasco se convirtió en un activo centro científico en el que desarrollaba sus actividades la Sociedad Antropológica y la Escuela Libre de Medicina, que allí tenía su sede, por la que pasaron importantes personalidades científicas de la época, llegando a editar varias revistas.
Pero lo que hoy queremos relatar es la
tragedia relacionada con la única hija que el doctor tuvo con su esposa Dª.
Engracia Pérez Cobo, con la que no pudo casarse hasta 1863, fecha en la que
consiguió su reducción al estado laical (recordemos que había profesado como
religioso en su juventud.
Lamentablemente, el 12 de mayo de 1864,
murió la hija que sólo tenía 15 años de edad, a consecuencia de unas fiebres
tifoideas que, hasta el descubrimiento de los tratamientos antibióticos, solían
tener fatales consecuencias, aceleradas en este caso por los inadecuados
remedios que le prescribió el padre, el cual siempre se culpó de la muerte de
la joven.
Tras ser cuidadosamente embalsamada por
él, fue enterrada en la Sacramental de San Isidro, pero el luctuoso
acontecimiento causó un grave quebranto en el estado psíquico del padre que se
fue agravando progresivamente.
El caso es que, once años después,
decidió exhumar el cadáver para llevarlo al museo. Al comprobar que se
encontraba en perfecto estado, mandó vestirla y maquillarla, colocándolo en una
urna de cristal.
Su extraña conducta dio origen a
multitud de rumores entre las gentes de la capital. Se decía que quiso sentarla
a la mesa, a lo que se opuso su esposa, o que todas las noches salía a pasear
por las calles de Madrid, llevando a la momia de su hija, sentada junto a él,
en un landó con las ventanillas cerradas. Es difícil saber si todo ello era
cierto, pero lo que es indudable es el trastorno mental del padre y el sufrimiento
de la madre por su extraña conducta.
El Dr. González de Velasco falleció el
21 de octubre de 1882 y sus restos, tras el funeral celebrado en la cercana
basílica de Atocha, fueron sepultados en la casa Museo, junto a los de su hija.
Finalmente, la madre consiguió que la
momia de su hija fuera llevada al nicho familiar en la Sacramental de San Isidro,
donde también recibió sepultura ella, cuando falleció el 18 de diciembre de
1893.
El cuerpo del Dr. González de Velasco
permaneció en el museo hasta 1943, cuando fue trasladado al mismo nicho que las
anteriores. Desde su muerte, su casa había pasado a depender del Museo de
Ciencias Naturales hasta que, en 1910, fue escindido como Museo Nacional de
Antropología, Etnografía y Prehistoria, para convertirse en 1940 en Museo
Nacional de Etnología. Hoy es el Museo Nacional de Antropología, pero sigue
asociado a las leyendas de su fundador y de la momia de su hija.
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