sábado, 9 de marzo de 2024

Los hombres ilustres del panteón. VI. Marqués del Duero

 

         Terminamos el recorrido por el interior del Panteón de Hombres Ilustres deteniéndonos ante el monumento funerario dedicado a D. Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen, I Marqués del Duero, que diseñó el arquitecto D. Arturo Mélida Alinari, con la escultura central que es de Elías Martín.

         Curiosamente este mausoleo fue el primero en instalarse en el actual panteón. Procedía de la antigua basílica de Atocha y es interesante recordar las causas que motivaron ese cambio de emplazamiento.

         Fue en 1837 cuando las Cortes Generales votaron la creación de un Panteón Nacional de Hombres Ilustres, a imagen de los existentes en otros lugares. Para ello fue elegido el desamortizado convento de San Francisco el Grande, en cuyo espectacular templo iban a ser enterradas las personalidades civiles y militares propuestas por la Real Academia de la Historia. Ante las reticencias que suscitó el proyecto y la dificultar de reunir los restos propuestos, la iniciativa terminó siendo abandonada.

         A cambio de ello, se tomó el acuerdo de dedicar la basílica de Atocha a lugar de enterramiento de militares destacados, dado que ese lugar había acogido, como ya comentamos, a inválidos de los Ejércitos. Allí fueron llevados los restos de Palafox, Castaños, Prim y Gutiérrez de la Concha, que cuando se derribó la basílica, fueron llevados al Panteón, donde como, en su momento comentaremos, sólo ha quedado los de Gutiérrez de la Concha.


         D. Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen (1808-1874) había nacido en Córdoba del Tucumán el 3 de abril de 1808. Su padre, Brigadier de la Armada, llegó a ser Intendente de la provincia de Tucumám y murió en las revueltas previas a la Independencia.

         Tras ese triste acontecimiento, la familia regresó a España, donde el joven Manuel inició su carrera militar, como cadete de la Guardia Real. Su valentía, durante su participación en numerosos combates, le hizo acreedor a tres cruces de San Fernando. Siendo Teniente General mandó la expedición a Portugal, para ayudar a la reina María II. A consecuencia del éxito alcanzado fue creado marqués del Duero, con Grandeza de España. Fue Capitán General de Cataluña y de las Dos Castillas. De ideología liberal, presidió el Senado durante un largo período.

 

Al comenzar la Tercera Guerra Carlista, le fue confiado el mando del Ejército del Norte, a pesar de su avanzada edad. Durante el cerco a Estella, fue herido de muerte el 27 de marzo de 1874, en Monte Muro. Ello impidió que fuera quien proclamara como monarca a Alfonso XII, como había previsto.

 


         El 31 de agosto de 1875, el Ayuntamiento de Madrid y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando convocaron un concurso para dedicarlo un monumento y un panteón. El monumento es el que se alza en la plaza del Dr. D. Gregorio Marañón y es lo primero que veíamos de la capital de España al llegar por la Avenida de Aragón.

         Del mausoleo se conservan en el Museo del Prado varios bocetos presentados por el escultor Arturo Mélida Alinari, a quien le fue adjudicada su ejecución, que modificó parcialmente la idea original.

 

         Lo más llamativo fue la introducción de una estatura del dios de la Guerra, Marte, sentado, sosteniendo un medallón con el rostro del ilustre militar, que fue encargada a Elías Martín. 


         El nicho donde reposan sus restos, está recubierto con un bajorrelieve con un león en reposo que simboliza la inmortalidad y que parece velar a la urna funeraria que hay tras él. Mientras que el resto del monumento es de mármol blanco, este relieve fue realizado en piedra caliza roja y la parte inferior del mausoleo en caliza de Novelda.



         A ambos lados de la estatua de Marte figuran las fechas de su nacimiento y muerte. Sobre él, su escudo de armas y en torno al arco de medio punto que rodea al conjunto, aparecen enlazadas unas cartelas con los nombres de las batallas en las que participó.

 

         Al pie de las columnas estriadas que enmarcan el conjunto, pueden verse las letras griegas Alfa y Omega. Por delante, la verja que ya tenía en la basílica de Atocha, de donde fue trasladado, en 1902, a su actual emplazamiento. 



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