Ni los más allegados le habían puesto al corriente de lo que había tramado un taimado personaje que, con engaño, consiguió llevar a nuestro Presidente a un conocido restaurante al que, ignorante de todo, accedió para encontrarse con una serie de destacados personajes que, como salidos de las fauces del Averno, se habían dado cita allí para tributarle un cariñoso homenaje.
Allí estaban varios propietarios que, a
sus expensas, han rehabilitado o pretenden rehabilitar, las casas de su
propiedad, situadas en Borja y su entorno, desde grandes palacios a pequeños
hormigueros. Con ellos estaba Carlos Clemente, un arquitecto enamorado de
nuestra ciudad que está llevando a cabo una benemérita labor de asesoramiento,
encaminada a salvar todos los monumentos posibles, antes de que sea demasiado
tarde.
Fue D. Javier Otero de Navascués el
encargado de hacerle entrega de unos recuerdos con las firmas de todos ellos, a
lo que correspondió nuestro Presidente, manifestando su profundo agradecimiento
por esta inesperada muestra de cariño, especialmente digna de ser valorada por
el esfuerzo que, para muchos de los asistentes, había representado el
desplazarse hasta Borja desde Madrid y Valencia.
Tuvo palabras de elogio para la labor
que están realizando en sus casas, de las que dijo que terminarán siendo
hermosos oasis en medio del desierto o el páramo al que está abocada a convertirse
nuestra ciudad. Terminaron brindando por el feliz desenlace de todas esas
ilusiones que compartimos, respecto al Patrimonio Cultural de nuestra ciudad.
Posteriormente, algunos de los
asistentes se desplazaron a Bureta, para visitar el palacio (que no conocían)
el cual les fue mostrado por el actual titular del condado que, por cierto,
mantiene lazos de parentesco con D. Javier Otero de Navascués.
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