Entre las postales que hemos encontrado en el álbum que, recientemente, nos fue donado había cuatro de origen italiano, dedicadas a difundir la labor de los misioneros católicos en todo el mundo. Eran tiempos en los que la Iglesia consideraba una labor primordial la de llevar el mensaje evangélico a los confines de la tierra.
Protagonistas de esa tarea eran los
misioneros que, por entonces, no se despojaban de sus sotanas y hábitos cualesquiera
que fueran las condiciones climatológicas. Como máximo se permitían trocar el
color negro por el blanco que asociábamos inmediatamente con la personalidad de
los misioneros.
Entre esas postales hay una de la
Guinea Española y, en concreto, de la isla de Fernando Poo (la actual Bioko).
Con el característico tono paternalista de la época, muestra a un grupo de niñas
ofreciendo “leña de arder” al Vicario Apostólico del territorio.
La labor misional en Guinea fue
encomendada, en exclusiva, por el Gobierno a los claretianos, al frente de los
cuales había un Vicario Apostólico, nombrado por el Papa. Es posible que el de
la imagen fuera el P. Leoncio Fernández Galilea, aragonés de Tosos, que fue
consagrado en 1935. El primer Vicario Apostólico fue el P. Armengoll Coll,
entre 1904 y 1918, pero el P. Coll lucía luenga barba que no lleva el de la
postal. Le sucedió el P. Nicolás González, que también llevaba barba y ejerció
su ministerio hasta su fallecimiento en 1935.
Esta otra tiene como protagonista la labor
de los misioneros en las que fueron inhóspitas tierras de Alaska, cuando esta región
aún no se había convertido en uno de los estados de los Estados Unidos de
América, ni se había descubierto el petróleo. La labor de los misioneros entre
los esquimales y los indios fue enorme y, entre ellos, destaca el jesuita
leonés P. Segundo Llorente S. J. que llegó a ser Congresista de los Estados
Unidos, por votación de los esquimales, durante el mandato presidencial de John
F. Kennedy. Gran divulgador, fue autor de numerosos artículos y varios libros
en los que, en nuestra juventud, seguíamos sus aventuras en aquella Alaska que
nos parecía lejanísima, ignorando que fue española y rusa, antes que ser
comprada por los norteamericanos.
También corresponde a África la primera
de estas postales; concretamente a un poblado cristiano en Basutolandia. Allí
ejercieron su labor los misioneros de Mariannhill, una congregación surgida el 2
de febrero de 1909, cuando San Pío X, autorizó la separación del monasterio de
Mariannhill, en Sudáfrica, de la Orden Trapense a la que pertenecía, para asumir
un nuevo carisma, enteramente misionero.
En la segunda puede verse el puente
construido en el Vicariato Apostólico de Méndez y Gualaquiza (Ecuador), encomendado
a los salesianos que construyeron varios puentes, entre los que destacó el llamado
puente Guayaquil.
Al dorso de las postales se insertan
fotografías de diferentes países entre las que destacan esta última del
Prefecto Apostólico de Urabá (Colombia) atravesando un río en andarivel. En
nuestra opinión, se trata de monseñor D. José Joaquín Arteaga, un carmelita
español que se había hecho cargo de la Prefectura en 1919. Falleció en 1926,
dejando tras sí, junto con su labor apostólica, una gran obra como historiador
y poeta por la que había sido nombrado Académico Correspondiente de la Academia
Colombiana de la Historia.
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