Mientras atiende a los numerosos visitantes de la exposición “Navidad en la Casa de Aguilar”, Esperanza Arilla revisa alguna de las obras que conservamos en nuestra biblioteca y, entre las páginas de una de ellas, ha encontrado esta estampa (poco frecuente) que debió traer a Borja una persona que, en 1925, viajó a Roma con ocasión del Año Santo.
Troquelada en oro está la efigie del Papa
Pío XI que lo había convocado y, bajo ella, sus armas. Todo ello enmarcado con
una decoración floral muy propia de la época. Debajo está representada la “Puerta
Santa” que se abre con ocasión de cada Año Santo.
Esta es la imagen actual de la “Puerta
Santa” que el Papa abre al inicio de cada Año Santo, con un ritual específico.
En la estampa que hemos reproducido en la puerta puede verse el muro de
ladrillos que, con un martillo de oro, derribaba el Pontífice. A partir de
1975, la ceremonia fue reemplazada por la apertura, con llave, de las hojas de
bronce, ricamente decoradas, que cierran el vano.
El Año Santo había sido convocado por
el Papa Pío XI (1857-1939), en el tercer año de su Pontificado, siguiendo una
tradición que, al menos se remonta a Bonifacio VIII quien, en 1300, convocó el primer
Año Santo, ofreciendo indulgencia plenaria a todos lo que se desplazaran a Roma,
visitando las basílicas mayores. Volvió a ser convocado en 1400 y,
posteriormente, se hizo cada cincuenta años y luego cada veinticinco, aunque
también se impuso la costumbre de celebrarlos cuando el año terminaba en 33, la
edad de Cristo. El mismo Pío XI lo convocó en 1933, con ocasión del XIX centenario
de la Redención y Juan Pablo II en 1983, al cumplirse el MCML aniversario de la
misma
También se han celebrado Años Santos Extraordinarios, como los que convocó Benedicto XVI con ocasión del Año Paulino de 2008 (bimilenario del nacimiento de San Pablo) o el Año Sacerdotal 2009 (CL aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars). En 2015 lo hizo el actual Papa con ocasión del Jubileo de la Misericordia.
Durante los Años Santos, acudían a Roma
multitud de peregrinos que regresaban con los recuerdos adquiridos. Los había
de muy variados tipos, desde las medallas conmemorativas, hasta la estampa que
estamos comentando o la tela pintada que muestra esta otra imagen.
De Pío XI, que aparece en esta otra
foto con su Secretario de Estado, el cardenal Pacelli que fue su sucesor con el
nombre de Pío XII, guardamos en nuestro archivo una importante publicación: la
encíclica Dilectissima nobis, de 3 de junio de 1933 en la que respondía
a la “injusta situación creada a la Iglesia Católica en España” por la sectaria
actuación del Gobierno de la II República que, ahora, se pretende presentar
como paradigma de libertad. Basta señalar los parágrafos de la encíclica para
dar idea de su contenido en el que, manteniendo la independencia de la Iglesia
sobre las formas de gobierno, expresa su pesar y repulsa por las injustas leyes
dictadas: “La Iglesia y las formas de gobierno”; “La separación de la Iglesia y
el Estado”; “Medidas de excepción contra la Iglesia”; “La usurpación del Estado”;
“Trato inhumano para las Congregaciones”; “La ofensa al Vicario de Cristo”; “La
enseñanza de las Congregaciones”, “Unión de todos los católicos” y “Confianza
serena”.
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