Muchos de nosotros recordamos el secuestro perpetrado por la banda terrorista ETA (rama Político-Militar) el 29 de diciembre de 1981, en la persona del Dr. D. Julio Iglesias Puga que, por ser el padre del cantante Julio Iglesias, tuvo una enorme repercusión internacional.
Pero, para los habitantes de nuestra
zona aún tuvo mayor impacto, especialmente cuando, en la noche de 17 de enero
de 1982, un equipo de GEOS, al mando del comisario D. Juan Domingo Martorell,
llevó a cabo su liberación en Trasmoz.
Aquel acontecimiento fue cubierto para Heraldo
de Aragón, por Javier Lerín que, en aquellos momentos, era el corresponsal
en Borja. En la fotografía podemos verlo, frente a la casa donde había estado
secuestrado el Dr. Iglesias, con un bolso al hombro y acompañado por su padre
D. Mariano Lerín que, probablemente, fue quien lo llevó hasta allí en aquella
noche lluviosa.
El edificio, en el que penetraron
violentamente los GEOS, se encuentra en la plaza de España de esa localidad y
allí estuvo también secuestrado el empresario D. Luis Suñer Sanchís (ese mismo
año de 1981). Fue liberado en Alberite (La Rioja), posiblemente tras el pago de
un rescate, por lo que no se relacionó a Trasmoz con su secuestro.
La casa sigue siendo propiedad de las personas relacionadas con los secuestros que siguieron acudiendo allí en sus vacaciones, tras su paso por la cárcel.
Pero, ahora cuando se han cumplido los
40 años de la liberación del padre de Julio Iglesias, hemos tenido conocimiento
de un suceso relacionado con la Casa de Aguilar del que no teníamos noticia.
Nos lo ha relatado una persona, niña
entonces, que vivía con su familia en uno de los pisos en los que estaba
dividido este histórico edificio que, en aquellos momentos, tenía dos puertas:
la grande que nunca se abría y otra más pequeña (a la izquierda), siempre
abierta, por la que se accedía al patio y desde allí a las viviendas.
Eran los días en los que el Dr.
Iglesias permanecía secuestrado y nuestra informante recuerda perfectamente
cómo llamaron a su piso unos guardias civiles para pedirles que no se asustaran
por lo que iba a ocurrir, pero que no salieran de la casa.
Poco después, la niña contempló, por la
rendija de la puerta, la irrupción en el edificio de un numeroso grupo de
hombres fuertemente armados (no recuerda si eran guardias civiles o geos) que
se dirigieron a las buhardillas y desvanes donde ahora se encuentran nuestras
oficinas. Buscaron sin éxito al secuestrado al que algunas informaciones
situaban ya en nuestra zona. No andaban muy descaminados como pudo comprobarse
poco después.
Además del lógico susto, la única
consecuencia para los habitantes de la Casa de Aguilar fue el que se les obligó
a mantener permanentemente cerrada la puerta de acceso.
Aquella puerta desapareció en la
restauración del edificio. En su lugar está la pequeña ventana que puede verse
en las antiguas fotografías, dado que la apertura de la nueva entrada fue algo
reciente, llevada a cabo por el último propietario del edificio.
Agradecemos a aquella niña, hoy mujer,
que como rocío mañanero nos haya empapado con esta nueva anécdota de un
edificio en el que tantas historias se han sucedido.
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