El pasado 24 de diciembre, El Periódico de Aragón publicó un artículo de Heriberto Araujo con el llamativo título de “Emergencia climática: salvar el planeta o el paisaje”. La disyuntiva no podía ser más radical, como si no fuera posible compaginar ambas cosas. Pero para el autor del artículo no cabía elección: lo primordial era salvar a la Tierra, a costa de lo que fuera.
Heriberto Araujo es un conocido periodista
que ejerció como corresponsal en Francia, China y Brasil, publicando sus
crónicas en prestigiosos medios de comunicación nacionales y extranjeros. Su
estancia en Brasil y la crisis que estamos atravesando contribuyeron, en buena
medida, a que reorientara su carrera hacia un ecologismo que tiene su expresión
en “Grado y medio” una “newsletter” semanal de temática climática.
Para Araujo, el cambio climático es un
dogma de fe que amenaza con destruir completamente el planeta y los que lo
niegan una minoría a la que no habría que dar voz en los medios, dado que “la
inmensa mayoría de la sociedad y la ciencia están de acuerdo en que el cambio
climático está provocado por el hombre”.
Que el cambio climático actual es una
realidad nadie lo pone en duda, al igual que otros cambios similares o incluso
más radicales que acaecieron en el pasado. Pero que el origen del mismo sea
exclusivamente antrópico no suscita unanimidad científica. Pero, da lo mismo,
el ecologismo radical considera que no ofrece ninguna duda y, por ello, es
preciso adoptar medidas urgentes y contundentes.
Otro de sus dogmas es la mejor manera
para frenar el calentamiento global es la utilización de fuentes de energía
alternativas, entre las que se encuentra la eólica y, de su mano, han ido
surgiendo esos molinos que contaminan visualmente nuestros paisajes y afectan a
la Naturaleza.
Cuando ya son muchas las voces que se
alzan contra esta proliferación incontrolada, Araujo propugna medidas más radicales
para acelerar los procesos de instalación de renovables.
Ahora, estamos asistiendo a una nueva
campaña que tiene como protagonista a la energía fotovoltaica, cuyo impacto
ambiental es aún mayor. En nuestro entorno está prevista la instalación de
miles de ellas y se están desarrollando campañas muy agresivas para su uso en
viviendas privadas.
Ha sido la oposición de los responsables
de Patrimonio en Italia para que se coloquen en los cascos históricos lo que ha
dado origen al artículo que estamos comentando, aprovechando de paso para
arremeter contra el nuevo gobierno de ese país.
Por eso, entre las propuestas que se
formular para “salvar el Planeta” está la de “instalar masivamente paneles en
los tejados de los edificios”, porque ante la emergencia no les importa ni
destruir el paisaje ni arruinar el Patrimonio Cultural.
Ante estas campañas, cabe plantearnos
una pregunta: Destruido el paisaje y el Patrimonio ¿Habremos revertido la
situación del cambio climático? Por otra parte, aceptando como cierto la
influencia del hombre en el mismo ¿Realmente es necesario apostar por energías que
lejos de ser verdes son sumamente contaminantes?
Cuando ya están llegando los primeros
indicios de la próxima entrada en servicio de nuevas fuentes de energía completamente
limpias, nos queda la duda de si, tras molinos y placas no se oculta, al
socaire del cambio, una gigantesca operación especulativa.
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