Moncín fue una isla de verdor en el paraje desolado que rodeaba al Santuario de Misericordia antes de que fuera repoblado. Hasta allí llegaban los paseos que discurrían por un camino sobre el que, mucho más tarde, se trazó la carretera a El Buste. Hemos recuperado esta imagen ya que en un futuro próximo el paisaje será muy similar al que refleja la postal.
No hace mucho el grupo de naturalistas
de nuestra ciudad recorrían con el Dr. D. Isidro Aguilera esta zona en la que
se encuentra la cueva de Moncín, inscrita en la Lista Representativa del
Patrimonio Mundial y, ahora, hemos querido conocer cómo ha quedado Moncín tras
el incendio.
El recorrido hasta allí ya ofrecía un
aspecto desolador y nos imaginábamos que, cuando sean eliminados los árboles
quemados volveremos a ver esos pedregales de antaño y es posible que las
lluvias arrastren la capa de tierra fértil.
Por comparar la situación anterior con
la actual, reproducimos las imágenes de la pequeña casa que allí había y en
cuyo entorno crecían plantas que llamaron la atención de José Luis Garde. Nada
de ello ha quedado.
Así están ahora las fuentes de Moncín.
Es cierto que el proceso de deterioro de ese ámbito hace tiempo que se inició y
el agua ya no caía por aquellos caños que cantó Marcos Zapata, por causas de
todos conocidas. Pero, ahora el aspecto es desolador hasta con una tosca
alambrada cerrando el paso a la emblemática fuente.
Algunos de sus edificios ya estaban abandonados y en ruinas.
Alcanzados ahora por las llamas, su aspecto es aún más desolador, aunque otros
se salvaron, a pesar de que el fuego llegó hasta sus puertas.
Ante estas imágenes es muy difícil sentirse
optimista respecto a una pronta recuperación. Se requeriría un esfuerzo ingente
que, en las circunstancias actuales, es muy improbable que se realice. Los numerosos
incendios que ha habido en la provincia este verano y las extensas zonas
calcinadas hacen sumamente problemático el que las distintas administraciones asuman
la recuperación de todas ellas. ¿Será el Santuario una excepción? Es posible,
aunque las declaraciones de un inefable Director General en los difíciles momentos
de la tragedia, cuando establecía el orden de prioridades, primando la
salvación del Moncayo frente a otros bosques de menor interés, nos hacen
ponerlo en duda. Que conste que, hasta ahora, no hemos publicado el más mínimo
comentario crítico sobre la conducción de la crisis pues creemos que deben ser
los especialistas los que valoren si la extensión de las llamas sólo es
achacable al fuerte viento reinante aquel día…
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