domingo, 18 de septiembre de 2022

Cuando las religiosas de Santa Clara recurrieron al Congreso

 

         Hubo un tiempo lejano en el que los ciudadanos españoles podían elevar al Congreso de los Diputados sus quejas y peticiones, con la esperanza de que fueran atendidas. Lo que ahora resulta inconcebible entonces era habitual. Así ocurrió en 1839, cuando las religiosas del convento de Santa Clara de Borja expusieron la dramática situación en la que se encontraban.

         Entonces el Congreso no disponía de las instalaciones que ahora tiene, dado que el Palacio de las Cortes fue construido entre 1843 y 1850 en el solar que ocupaba la antigua Iglesia del Espíritu Santo, donde se reunía inicialmente. El grabado representa la apertura de la legislatura de 1837 por S. M. la Reina Gobernadora Dª. María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y su hija la reina Isabel II, menor de edad.



         Fue en la sesión del día 12 de octubre de 1839 cuando fue leída la petición que “la abadesa y comunidad de religiosas de Santa Clara de la ciudad de Borja” habían elevado el 20 de septiembre de ese mismo año, lo que pone de manifiesto la rapidez con la que fue tramitado el escrito.


         En él exponían la lamentable situación en la que se encontraban, “próximas a perecer de indigencia”, después de haberlas despojado el Gobierno de sus fincas, productos de sus dotes y economía. Además, no se les entregaba con regularidad la pensión que el propio Gobierno les había asignado, ya que sólo habían percibido algún trimestre. Cuando, apuradas hasta el límite, habían recurrido al Intendente, la únicar respuesta que habían recibido era “la durísima y fatal” de que “No hay fondos”, pero, mientras tanto el comisionado de amortización reunía las grandes rentas del convento, y las remitía a la tesorería, viendo engranerar el trigo de sus tierras y ellas precisadas a mendigar el pan; veían vender el aceite de su cosecha, y ellas “sin poder sostener sino de limosna la lámpara que siempre deber arder ante el ara sagrada”.

         Por todo ello, pedían acogerse bajo el amparo de la sabiduría y justicia el Congreso, para que dictara las oportunas providencias con el fin de se las pusiera al corriente de sus pensiones y se las continuara pagando con puntualidad.


         A pesar de que la comisión consideró como “muy digna de tomarse en consideración esta petición” y propuso su pase al Ministro de Hacienda, tras la lectura de la misma se originó un interesante debate que ha quedado reflejado en las actas de la sesión que fueron publicadas en la Gazeta de Madrid, cuyas páginas reproducimos.

         Intervino el Diputado por Toledo D. Epifanio Esteban quien afirmó que su “débil voz poco podrá influir en beneficio de esas infelices”, aunque quiso señalar las injusticias cometidas por las leyes desamortizadoras.

         También lo hicieron D. José Pérez de Rivas, diputado por Huesca; D. Pedro Méndez Vigo García San Pedro, diputado por Sevilla y D. Juan Álvares de Mendizabal, diputado por Murcia e impulsor de las citadas leyes. Cada uno, en función de su adscripción ideológica apoyó o matizó lo que sucedía en Borja. El argumento esgrimido por los opositores era que el compromiso del Gobierno era circunscribir las pensiones a la compensación por las dotes y, en la mayoría de los conventos, había muchas más religiosas sin dote que con dote (no se mencionó el caso concreto de Borja). En consecuencia, estimaba que si las que no tenían dote habían vivido hasta entonces de la caridad pública, lo siguieran haciendo.

         Por su parte, el Ministro de Hacienda que lo era D. José San Millán Coronel adujo, respecto a los retrasos (que reconoció) a las prioridades que había tenido que establecer su departamento para los fondos disponibles y la principal era hacer frente a los cuantiosos gastos que ocasionaba la guerra contra los carlistas.

         Lo interesante de todo ello es el constatar la difícil situación del convento borjano en aquellos momentos y su decisión de ponerla en conocimiento del Congreso de los Diputados. Lo que no sabemos es si ello contribuyó a agilizar el pago de lo que se les adeudaba.





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