Los barones de Llumes son oriundos de Magallón

 

         Estos días, Llumes que es una pedanía del municipio de Monterde ha estado de actualidad por la inclusión de su iglesia en la Lista Roja de Hispania Nostra, a petición de una asociación, aunque en nuestra opinión hay monumentos en mayor riesgo que este templo. Pero, nos ha servido para recordar que su construcción y el desarrollo de su entorno fue obra de una persona descendiente de Magallón.

        

         En el nº 42 de la calle de Santa María de Magallón se encuentra la que fue casa solar de la familia de los Jaimes, cuya piedra armera, realizada en alabastro, aparece en la fachada y que es fácilmente identificable porque así se hace constar en la cartela bajo el escudo.

         Un miembro de esa familia, aunque nacido en Ojos Negros (Teruel), D. Juan Jaime Civera se estableció en Ateca, a mediados del siglo XVIII. Era un hombre sumamente emprendedor que inició sus actividades como fabricante de aguardientes y jabón, para lo que instaló dos fábricas en esa localidad.

         Con la colaboración de un hermano suyo que era ingeniero, compró una finca en Llumes, que era una pardina de Monterde, y lo que eran tierras de secano fueron transformadas en fértiles regadíos. Para ello tuvo que canalizar el río Piedra y construir acequias y caminos. En la finca levantó casas para los obreros y escuela, siendo todo ello el origen de lo que fue la nueva localidad de Llumes, aunque la iglesia es anterior.

         Además de su condición de hombre emprendedor e ilustrado fue también un mecenas que prestó ayudas al Ayuntamiento de Ateca y a la propia Corona, razón por la cual Carlos IV, en atención a esos servicios, lo creó barón de Llumes en 1790.

         Aunque dispuso de una considerable fortuna, al final de su vida tuvo problemas económicos, teniendo que vender varias propiedades. Falleció en 1808, sucediéndole en el título su hijo D. Bernardo José Jaime Bonasa.

         Hasta nuestros días, los sucesivos barones de Llumes mantienen el apellido “Jaime” y la finca (tras algunas divergencias familiares). En Ateca, se conserva el palacio que mandó edificar, aunque en poder de una comunidad de propietarios.