martes, 1 de noviembre de 2022

Restauración del retablo mayor de la iglesia parroquial de Añón

 

         La iglesia parroquial de Añón tiene como titular a Santa María la Mayor, cuya imagen se venera en el retablo que preside el templo y que, como comentamos ayer, acaba de ser restaurado. Esta imagen que mostramos corresponde a su estado anterior que muestra que no era excesivamente malo, aunque se decidió intervenirlo dentro del Plan bianual de restauración de bienes muebles de titularidad eclesiástica, que promueve la Diputación de Zaragoza.


         Este ha sido el resultado final con el refulgente aspecto del oro que decora su mazonería y con la limpieza de la imagen titular y los lienzos de sus calles laterales.


         Esta es la imagen de la Virgen que, llevando en su brazo izquierdo al Niño, con el orbe del mundo, extiende su mano derecha. Según nos relató una veterana feligresa, en realidad era venerada bajo la advocación de Virgen de las Nieves, algo que, en modo alguno resulta incompatible, pues no hay que olvidar que esa advocación está en el origen de la basílica de Santa María la Mayor de Roma, desde donde la devoción de extendió por todo el mundo, mediante la reproducción del icono de la “Salus Populi Romani” o siguiendo un modelo escultórico similar al del Añón.


         Como remate del retablo hay un tondo con la representación de San Sebastián en el momento de su primer martirio, atado a un árbol y desnudo para ser asaeteado.

         


         Veamos ahora lo que representan los lienzos de sus calles laterales. A la izquierda, tenemos en la parte superior a Santo Domingo de Guzmán y, debajo, a San Juan Bautista. A la derecha, están San Francisco de Asís y San Pedro.


         Merece la pena detenernos para comentar la iconografía correspondiente a cada uno de ellos. Santo Domingo de Guzmán viste el hábito dominico, correspondiente a la Orden de Predicadores que fundó. Abajo y a la derecha aparecen tres de sus atributos personales. El perro con la antorcha encendida en su boca, el orbe terráqueo y unas azucenas. La presencia del perro hace referencia a un juego de palabras en relación con la denominación “dominicano”, aludiendo a su condición de “Dominus canis” o “perros del Señor”. En la parte superior se puede ver a un ángel blandiendo tres flechas que se aparece al Santo para hacerle partícipe del castigo, en forma de Peste, Guerra y Hambruna que el Señor se dispone a lanzar contra la Humanidad por tres pecados capitales: Orgullo, Avaricia y Lujuria.

 

         No es extraña la presencia de San Juan Bautista, dado que es el Patrón de la Orden Hospitalaria a la que perteneció Añón durante ocho siglos. El primo del Señor viste una túnica rústica que le cubre parcialmente y una clámide roja en alusión a su martirio. En la mano izquierda porta un cayado rematado en cruz, con una filacteria en la que puede leerse “Ecce Agnus Dei qui tollis peccata mundi” (Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo), mientras que con la derecha señala a ese Cordero que representa a Cristo del que fue precursor.


         Es muy frecuente asociar las figuras de Santo Domingo de Guzmán y Sal Francisco de Asís, los fundadores de las dos grandes órdenes religiosas (dominicos y franciscanos) que contribuyeron a la renovación de la Iglesia en momentos tan difíciles como los actuales. San Francisco es representado en el momento en que es reconfortado por un ángel. A sus pies, una Cruz, objeto de especial meditación del Santo que recibió los estigmas de la Pasión, en otra visión, de manos de un Serafín.


         Finalmente, el lienzo inferior representa a San Pedro en un momento especialmente doloroso de su vida cuando, tras haber negado a Cristo tres veces, escucha el canto del gallo, como le había profetizado el Señor, y con las manos entrelazadas vuelve su mirada al Cielo y llora amargamente por el pecado de su traición. A sus pies, un libro y las dos llaves que simbolizan la primacía que, sobre el resto de los Apóstoles, le fue conferida.



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