sábado, 26 de noviembre de 2022

La corona de Adviento

 

         En la exposición sobre la Navidad que será inaugurada en la Casa de Aguilar, no puede faltar la Corona de Adviento, una tradición de nuevo cuño que ha terminado por convertirse en litúrgica, a pesar de que en la juventud de quienes ya tienen suficientes años nunca supimos de ella.


         Mañana día 27 comienza el Adviento, un tiempo de preparación para la Navidad que dura cuatro semanas y tiene un marcado carácter penitencial. Durante cada uno de sus domingos, al comienzo de la Misa, se encenderá una de las velas que, aquí, tienen colores diferentes. La primera en encenderse es la morada; le sigue la verde; la tercera es la roja o más bien rosada y la última es la blanca.

Estos colores tienen, entre nosotros, un significado específico: El morado simboliza el espíritu de preparación de este tiempo litúrgico; el verde hace alusión a la esperanza ante la próxima venida del Mesías; el rosa, propio del llamado “Domingo de Gaudete” representa la alegría del acontecimiento que ya vemos cercano. Finalmente, el blanco es el color de la presencia de Dios entre nosotros.


         Pero no en todos los lugares, el color de las velas es el mismo. En otros países, lo habitual es que sean moradas, salvo la del Domingo de Gaudete que es rosa, como entre nosotros. Además, es frecuente colocar en el centro una vela blanca que se enciende el día de Navidad.


         Decíamos antes que esta costumbre o tradición no era demasiado antigua porque, efectivamente, surgió de una iniciativa del pastor alemán Johann Hinrich Wichern (1808-1881). Nacido en la ciudad de Hamburgo fue un teólogo evangélico que se dedicó al cuidado y educación de niños abandonados. Para transmitirles un rayo de esperanza ante la Navidad, ideó la corona de Adviento.

 

         Sobre la rueda de un carruaje, que fijó pequeñas velas de color rojo, una por cada día que quedaba hasta la Navidad, intercalando cuatro velas de mayor tamaño, por cada uno de los domingos del Adviento.

 


         Con un fondo de hojas de pino o abeto, comenzaron a difundirse por Alemania en la segunda mitad del siglo XIX y, en algunos lugares, aún mantienen el diseño original, en cuanto al número y color de las velas.




         A los templos católicos la costumbre llegó más tarde, adoptando diferentes formatos. En estas imágenes se muestra el que antes hemos comentado, con tres velas moradas, una rosa y la blanca central.

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