Ayer comentábamos algunos detalles relacionados con la vara o bastón que constituye el distintivo primordial de quienes ejercen el cargo de Alcalde. Hoy vamos a referirnos a otros distintivos complementarios en los que existe una enorme variedad, en cierta medida derivada de razones históricas.
Vara y banda de color rojo (grana) son
los distintivos característicos de los Alcaldes de las ciudades de la Corona de
Aragón, sin ningún otro aditamento. Lo son, en la mayoría de los casos, por
privilegio real, como ocurre en Borja, donde fue Fernando el Católico quien concedió
ese privilegio al Justicia y Jurados.
No existen normas de carácter general
que regulen su uso, pero Felipe V, por Real Cédula de 13 de octubre de 1718, reguló
la indumentaria e insignias que debían usarse por los regidores de las ciudades
y villas cabezas de corregimiento. Concretamente, se prohibía el uso del “ropaje
antiguo” de aquellas gramallas con gorra, siendo sustituido por “traje moderno
español”. Únicamente los porteros y los maceros (dos en cada ciudad) podrían
vestir las antiguas gramallas de paño. En cuanto a los distintivos o insignias
del cargo de regidor se disponía que fuera “una banda de damasco carmesí, con
el escudo pequeño de las armas de aquella ciudad”.
En cuanto a la situación del escudo
correspondiente, lo habitual era colocarlo en la parte inferior, donde se cruza
la banda, a imagen de lo que es propio de las condecoraciones, en el lugar en
el que se prende la venera y, precisamente, el Ayuntamiento de Barcelona,
utiliza una venera esmaltada con las armas de la ciudad, en lugar del escudo
bordado.
La costumbre de distinguir
la banda del alcalde, respecto a la de los concejales, situando el escudo en el
centro del pecho, es de reciente introducción. En nuestra ciudad la banda de
Alcalde siempre fue igual que las de concejales, hasta que alguién quiso imitar
lo que ya se había introducido en otros lugares, aunque las “nuevas” bandas
fueron de calidad muy diferentes a las antiguas, de mucha mayor prestancia por
ser de sao con aguas.
Comoquiera que el privilegio de la banda
grana o de damasco carmesí era privativo de ciudades y cabezas de
corregimiento, cuando su uso se generalizó en todos los municipios o bien se adoptó
como propia o se introdujeron diseños muy variados. Es curioso, sin embargo,
que Huesca utilice la banda roja con filetes blancos, al contrario que el
Ayuntamiento de Andorra que es el que aparece en esta segunda foto.
Pero, aunque aquí nos parezca normal el uso de banda, independientemente de su diseño, en otros lugares de España los Alcaldes y Concejales tienen como distintivo una medalla, propia de cada corporación y, por supuesto, el Alcalde la vara.
Hay un amplio repertorio de esas medallas
fabricadas por casas especializadas, que siempre se acompañan por un distintivo
de solapa. En su origen, al igual que ocurre con las condecoraciones civiles y
militares esas miniaturas sólo podían ser utilizadas por quienes eran poseedores
de la correspondiente condecoración o, en el caso que nos ocupa, distinguían a
los miembros de la corporación en traje de paisano. Lamentablemente, el reparto
de escudos de solapa se ha generalizado y los propios Ayuntamientos entregan
este símbolo, cuyo uso le es privativo, a cualquiera, de manera que ya carece
de significado.
Pero, la natural tendencia a
distinguirse, llevó a algunos Ayuntamientos a introducir aparatosos collares
como distintivo de sus Alcaldes, imitando a los de otras instituciones del
Estado o el de las Órdenes Civiles de las que constituyen el más alto grado de
las mismas.
En algunos municipios del resto de España, aunque no demasiados,
también se usan bandas de diseños muy diversos, desde ese verde de Getafe al de
los colores de la bandera española que utilizan en León.
En este último caso, el diseño de la
banda dio lugar a un curioso “incidente”, protagonizado por los concejales de un
partido regionalista que decidieron introducir en sus bandas el granate que
consideraban más propio de León, pero, para no incumplir la normativa municipal
que lo regulaba, la parte posterior de la banda mantiene los colores de la
bandera.
Podríamos poner otros muchos
y pintorescos ejemplos, pero cerramos esta síntesis con una alusión al fajin que
utilizó el nuevo Alcalde de la ciudad condal que también se emplea en otros
municipios levantinos.
El uso de fajín no era
extraño en España. Hemos encontrado fotografías antiguas de Alcaldes de Madrid
que lo llevan. El primero con la vara y este segundo con una medalla al pecho
que nada tiene que ver con su condición de Alcalde, dado que es la caballero de
la Orden de Malta.
Un peculiar personaje fue el
Alcalde “eterno” de Madrid durante la II República, D. Pedro Rico que sustituyó
ese fajín de color granate por otro con los colores de la bandera republicana,
como aparece en este retrato que encargó al pintor Agustín Segura.
Cuando el Gobierno de la
República abandonó la capital, en dirección a Valencia, ante el avance de las
tropas nacionales, D. Pedro se unió a la comitiva. Pero cuando los milicianos de
la CNT interceptaron el convoy en Tarancón, a punto estuvo de ser fusilado y,
aunque se permitió seguir al gobierno, el Alcalde fue obligado a regresar a la
capital entre insultos y amenazas por su cobardía. Volvió, pero para refugiarse
en la embajada de México, donde era objeto de bromas por parte de otros acogidos
allí, aunque de ideología muy diferente. Por fín, el “gordinflón” como le
llamaban pudo huir definitivamente de Madrid, escondido en el maletero del coche
de Juan Pérez Gómez, “El Nili”, un banderillero que había formado parte de la
cuadrilla de Juan Belmonte, el cual lo llevó a Valencia, desde donde viajó a
Francia.
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