Las mazas que, portadas por los maceros, preceden a la corporación municipal constituyen un símbolo de su autoridad que responde a un privilegio propio de las ciudades y cabezas de corregimiento, como vimos en un artículo anterior. A los maceros que, en el caso de Borja, vemos en esta imagen correctamente vestidos, dedicaremos otro artículo, dado que hoy vamos a centrarnos en la historia de las mazas.
Las mazas no son privativas de las corporaciones municipales, dado que también las usan, en número variable, otras como los cabildos o las universidades. Pero, como muestra de la importancia de estos símbolos, todos ellos las encargaron a afamados orfebres y son, en muchos casos, verdaderas obras de arte.
Borja también dispuso de
mazas de plata, de gran belleza, pero ¿Qué ocurrió para que, en la actualidad,
use de una de latón y gusto discutible? Es lo que vamos a explicar hoy.
Ya hemos comentado en
otras ocasiones, el fácil reduccionismo en el que solemos incurrir al abordar
lo acaecido durante la Guerra de la Independencia, presentando a los franceses
como autores de todas las tropelías padecidas. Fueron, evidentemente, los
desencadenantes del conflicto al invadir España y contra ellos se alzó el
pueblo, luchando por su libertad. Cabría la posibilidad de matizar las razones
que le impulsaron a ello, pero no podemos dejar de resaltar el violento
comportamiento de las partidas de guerrilleros que se enfrentaron a ellos, las
cuales ocasionaron, en el caso de Borja, mayores daños que los franceses.
Una de
esas partidas fue la de Fidel Mallén, Alcalde de Illueca, localidad en la que era
un rico hacendado y donde fue autorizado a ponerse al frente de 200 infantes y
100 caballos, como comandante de una guerrilla que debía actuar en el partido
de Calatayud, aunque su acción se extendió a otras zonas limítrofes.
En el
monasterio de Trasobares cometió todo tipo de excesos y, en octubre de 1811, protagonizó
en Borja unos lamentables acontecimientos. Fue quien, en la Casa Consistorial
quiso quemar toda la galería de retratos, a lo que se opuso el regidor del
gremio de labradores D. Francisco Catarecha, quien, asumiendo un gran riesgo
personal, logró evitar ese atropello, aunque el retrato de Carlos IV fue
arrojado por el balcón y quemado en la plaza. Por eso se mantiene sin ocupar el
espacio que correspondía a ese retrato.
Fueron sus
hombres los que se llevaron las mazas de plata que usaba la corporación
municipal de Borja. También robaron un buen número de jocalias en la colegiata
de Santa María y, después, en el convento de dominicos de Magallón.
El
general Villacampa, de quien dependía, censuró su conducta y le obligó a
entregar todo lo robado en Borja y otros lugares a la Junta Superior, pero no
hay constancia de que cumpliera la orden. Lo que sí sabemos es que, más tarde,
Fidel Mallén terminó siendo procesado. Pero, Borja se quedó sin mazas.
Al finalizar
la guerra, no estaba la economía municipal para asumir un gasto tan importante
como el de encargar nuevas mazas de plata, por lo que el Ayuntamiento decidió
recurrir a un remedio un tanto cutre: mandó construir unas mazas de madera. Con
ellas aparecen los maceros en esta fotografía de la procesión de San Roque, en
el siglo XIX, a la que concurría el Ayuntamiento en pleno, por ser una fiesta
votada, como recordamos hace pocos días.
Al ampliar la foto, pueden
apreciarse las características de esas mazas de madera que aún se conservan,
pues una de ellas es la que abre el cortejo del Entierro de Cristo. Fueron
utilizadas por los maceros del Ayuntamiento durante 72 años, entre 1812 y 1889.
Al ampliar la foto, pueden
apreciarse las características de esas mazas de madera que aún se conservan,
pues una de ellas es la que abre el cortejo del Entierro de Cristo. Fueron
utilizadas por los maceros del Ayuntamiento durante 72 años, entre 1812 y 1889.
En esta
otra fotografía, posterior a 1889, correspondiente a otra fiesta votada, la de
San Juan Bautista, vemos a los maceros llevando ya las nuevas mazas. Ampliando
la imagen, vemos (señalado con una flecha roja) a uno de los maceros llevando,
al igual que el otros esas mazas. Otro detalle curioso es el del concejal,
señalado con flecha verde, que viste calzón y que por su ubicación puede ser
incluso un Teniente de Alcalde. Con flecha amarilla hemos resaltado al policía
municipal, con el uniforme que entonces utilizaban.
Ignoramos
si, en algún momento, alguna corporación tomará la decisión de encargar unas
mazas acordes al prestigio de una ciudad, aunque no sean tan bonitas como las
que antes hemos mostrado o estas otras de Valladolid y Jaca. Lo dudamos.
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